CAMBIO CLIMÁTICO : ANÉCDOTA ESPERANZADORA

En una ocasión, ya entrado el mes de Diciembre, acudí con un grupo de alumnos, cuya edad se sitúa en torno a los nueve años, al parque de Isabel la Católica. La laguna del parque es en estas fechas un paraíso de aves migratorias, y, si conseguimos que los niños adopten las medidas necesarias para evitar ahuyentarlas, una mañana cualquiera, fuera del fin de semana, es un momento extraordinario para observarlas con detenimiento. Se dejan contemplar sin mucho miramiento. Tuvimos un día afortunado. Multitud y diversidad de aves ocupaban la laguna y alrededores, permitiéndonos un buen trabajo de identificación y clasificación. En éstas estábamos cuando me detuve con ellos cerca de un grupo de “patos” (“porrón común” es la denominación) que viajan desde Siberia para invernar en nuestra compañía. Al informarles sobre su lugar de procedencia y hacer referencia a las heladas latitudes, uno de los alumnos interviene para comentar una noticia que, según sus palabras, “había visto” en la “tele” acerca del deshielo en el Polo. Dado el interés manifestado, aproveché la ocasión para explayarme a gusto sobre las hipótesis que apuntan a nuestra actitud inconsciente como corresponsable (al menos) del efecto. Y cuando finalizo, el mismo alumno me plantea: “ Y cuando se deshaga el hielo ¿dónde vivirá Papá Noël? “ (¿????????) . Petrificada un instante a pesar de la sacudida. Me golpeo con la palma de la mano en el parietal para reajustar (me paso la vida aflojando y apretando tuercas, quitando y poniendo lastre para conseguir la “justa distancia”, pero inútil…) y le respondo: “No tengo ni idea, Juan, pero, por lo que pueda ocurrir, corre la voz de lo que acabo de deciros”.
Bien. Si crecen “creyendo en Papá Noël” (dada la influencia anglosajona se acabará modificando la vieja expresión “creer en los Reyes Magos”) como suministrador de sus “necesidades”, tal vez acaben actuando consecuentemente con la conservación del planeta, con el objetivo de velar por la supervivencia del “mágico hacedor”.