viernes, 6 de marzo de 2009

ENMASCARARSE


Los años encima te hacen ver algunas cosas con más claridad aunque las dudas, en general, aumenten.

Cada día estoy más convencida de lo determinantes que son nuestros primeros años de infancia en la formación de la personalidad. O igual esto ocurre sólo en mi caso y no es generalizable…A mí me basta con autoanalizarme. Y aunque el análisis pueda no ser ajustado a la realidad por la dificultad que implica observarse a uno mismo sin verse desde fuera, a pesar de esa limitación que nos impone la subjetividad, podemos acercarnos a nuestro conocimiento a través de los otros.

¿Cuántas veces nos identificamos en nuestra forma de hacer o sentir con personajes de ficción en el cine o la literatura?...Si tenemos la oportunidad de contrastar con alguien que nos quiera lo suficiente como para decirnos la verdad sin rodeos, tendremos la confirmación, o no, de la propia percepción sobre nosotros mismos.

Todo esto para decir que a mí se me ve venir desde lejos. Un buen observador puede verme hasta la huella dactilar en lo que escribo. No sé enmascararme. Y cuando pongo alma, corazón y vida en ello, se advierte a la legua el disfraz.

El caso es que soy buena haciendo teatro. Lo digo sin pudor alguno. Sin modestia. Durante mi infancia, adolescencia y juventud, protagonicé diversas obras de teatro. En el colegio, en grupos de teatro aficionados…realizábamos representaciones con la finalidad de recaudar fondos para contribuir al desarrollo de uno u otro objetivo.

Y así, fui “Marga” en “La tercera palabra” de Alejandro Casona cuando tenía 19 años. Y “Sor María”, en “Melocotón en almíbar” de Miguel Mihura, con 17…Y “Razafarivofiantranamali” en “Travesuras Malgaches” con apenas 10 años. Tuve que repetir el “nombrecito” (me presentaba ante el público en la primera escena) tantas veces que jamás se me olvidó.

Pero fingir en la ficción es una cosa bien distinta de fingir en la realidad. En la ficción, fingir es lo suyo. Por eso me permite ser auténtica. Auténtica fingiendo. No me provoca mala conciencia ni cosa parecida. Pero adoptar una actitud de fingimiento consciente para enmascarar la realidad no es mi fuerte. Tal vez sea la ausencia de guión. No sé improvisar. La improvisación para mentir requiere adiestramiento. E
s una habilidad adquirida a fuerza de ejercitarla.

Y a mí me hizo polvo el octavo mandamiento.

A veces me gustaría ser una mentirosa compulsiva ocasional. Pero no me arreglo. Llevo mal hasta lo del sobrenombre…(En confianza, y en voz baja, ya que estamos en familia: mi nombre de verdad es Victoria). Me gusta más que se pronuncie sin la “c”. Vitoria era mi abuela a la que quise mucho y admiré más. Motivo suficiente para que lo lleve con orgullo. Aunque podéis seguir llamándome Karen. Que no os quiebre la imagen... ¡Coño! Si os la quiebro es que estaba dando una imagen distinta…Igual soy más buena de lo que pienso engañando.

(Karen Dinesen)

5 comentarios:

Anónimo dijo...

La duda...Viva la duda ¿qué seríamos sin la duda?

Anónimo dijo...

El epílogo.La duda nos mantiene. Tienes razón.

miner dijo...

...Un buen observador puede ver hasta la huella dactilar en lo que escribo.
Me hizo gracia esto de arriba, creo que tienes razón, en tus escritos se adivina algo- mucho de tú manera de ser.
Bueno eso no ye malo al fin y al cabo cuando alguien escribe, normalmente lo hace sobre sus vivencias. A no ser que seas un escritor de ciencia ficción, o un cuentista. Y para eso ya tenemos a los políticos.
Yo creo que nuestra primera educación nos puede marcar, pero nos cambia más el transcurso de los años. A algunas personas para bien y a otras para mal. Yo no me cambio por el adolescente que fui.
Tengo la impresión que a mi también se me ve la huella dactilar.
Un saludin.

belijerez dijo...

Pues yo nunca me disfrazé, en las fiestas de mascaras, claro. Sin embargo también hice teatro...!Ah, viejos tiempos aquellos!
Yo creo que te conozco desde siempre, a veces tras las letras se transmiten muchos más sentimientos y emociones, asi como historias personales que de otra forma. Yo prefiero llamarte Karen, me parece más sensual, aunque tu nombre me gusta tanto que mi hijo se llama Víctor, de alguna manera quería que fuese una vitoria, suya o mía, da igual.

Anónimo dijo...

Miner, Bely, vosotros sois transparentes.
Yo tampoco me cambio por la adolescente que fui, Miner. Aunque si lo pienso...¿alguna vez dejé yo de ser adolescente?jeje
Bely, llámame como quieras.Lo de sensual me llega, mira tú.