jueves, 20 de agosto de 2009

CON UN GALLO DEBAJO DEL BRAZO


El día que nací, me tocó un gallo. Con toda su cresta, si señor. Coincidió mi nacimiento con el día en el que tuvo lugar un sorteo para el que mi abuela había comprado alguna papeleta en mi nombre. Ella era así de optimista. Puso en mis manos la fortuna, incluso antes de que yo viera la luz. Y, por lo que parece, permaneció allí unos días a la espera del acontecimiento, para procurarme el nombramiento de afortunada haciendo que el número premiado coincidiera con uno de los que mi abuela me había adjudicado. Y, de paso, echándole una manita a Sara, la comadrona que ejerció con destreza sus habilidades para facilitarnos a mi madre y a mí la suerte de parir y ser parida en lo que no pareció ser un parto fácil. De ahí que mi abuela repetía con frecuencia la coletilla: "Esta neña ya nació con suerte.El día que nació, tocoy un gallu".

Era mi abuela una matriarca en toda su dimensión. La viudedad que le procuró la guerra civil le adelantó el título en el tiempo, ejerciendo un matriarcado temprano pero eficaz. Su determinación, firmeza, simpatía, capacidad de resolución… la hacían merecedora del respeto y el cariño que recibía, y que ella, en justa correspondencia, devolvía con creces.

Pero, todo hay que decirlo, en ocasiones se excedía en el ejercicio de su matriarcado. Y así, en el ánimo de dar un empujoncito a la fortuna y a Sara, la comadrona, echó mano de las ofrendas. No sé si existe un Santo Patrón para estos casos. Ella también lo ignoraba o le merecía más crédito la Madre del Señor, en su condición de mediadora. El caso es que, ni corta ni perezosa, le ofreció a la Virgen de Covadonga un camino de peregrinación. Es decir: alguien haría un recorrido a pie desde mi pueblo a Covadonga, distante unos 60 km., para poner una vela a la Santina, si el parto se llevaba a cabo con éxito. Y le puso también nombre a ese alguien. A mí me encomendó los números del sorteo, evidentemente, sin preguntarme, y a mi padre le hizo el “regalo” de la peregrinación. Por supuesto, también sin consultarle.

Mi padre era ateo sin razones. No quiero yo decir que no las tuviese. Sino que no hacía uso de ellas para militar como tal. Era el suyo un ateísmo visceral y fundamentalista. Sin quitarle responsabilidad en el asunto, cosa que no me habría permitido, pienso que en su maraña de vivencias se mezclaban el azote sufrido por parte del clero y del fascismo para lograr ese perfil en su acabado. Así que, al conocer la encomienda, esgrimió ante mi abuela una de las escasas negativas a sus demandas. Para mi padre era una cuestión de principios. Para mi abuela también. Ella nunca nos dijo cómo resolvió el percance. Aunque estoy segura de que, de alguna manera, compensó con creces el incumplimiento, recibiendo así el parabién del elenco del santoral.

Y ya con la conciencia tranquila, se dedicó al cuidado de mí misma y de mi madre que, durante su convalecencia, fue dando buena cuenta del caldo del gallo que la fortuna quiso regalarme en ese primer viernes de Julio de 1.953.

(Karen Dinesen)

8 comentarios:

marydè dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
marydè dijo...

Ciao Karem, me entreiene mucho tus cosas...parecen tan reales..
Lo que no pensaba era que del gallo hubiesen hecho caldo ( ya, lo normal en aquel entonces!)
Quièn sabe si tu padre por Covadonga se encontrarìa con alguien encargado del mismo recado...BBSS

miner dijo...

"Mi padre era ateo sin razones".

Tu padre pensaría, y ahora como me libro de hacer 60 Km.
Voy a pensar, Tic, tac, tic, tac.........Ya lo tengo, ¡me hago ateo!
Un placer leerte nuevamente.
Un saludín

Karen Dinesen dijo...

¡Hola Marydé! ..."parecen tan reales...". ¡Lo son, Marydé, lo son!! Tal vez por eso lo parecen.Me alegra verte.Gracias por venir desde tan lejos.


Hola, Miner! el placer es para mí verte de nuevo por aquí.
Oye, mira que nunca pensé que el ateísmo de mi padre podría tener su origen en la "promesa"!!jejeje
Dos saludinos (uno pa Mary).

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Esa historia necesita una continuación otro día, no sé en qué sentido, pero algo, lo que sea.

belijerez dijo...

Tu abuela era muy sabia, por eso te dejo savia en abundancia para ti. Como buena matriarca sabía hacer un buen "caldo".
Desde luego venir con el gallo bajo el brazo en vez del pan ha debido de ser mucho más divertido, lleno de colores y canto mañanero, así salió la nenita con tan buen ritmo.

Ya te echaba de menos, amiga. Besitos.

Karen Dinesen dijo...

Bienvenido a ésta tu casa, Luis Simón
¿Qué tal tu incorporación al trabajo?
Parece que la historia te abrió el apetito, eh?
Si al cocinar me salen unos buenos entrantes, prometo que los sirvo. Pero sólo si me parece que tienen buen aspecto ¿vale?...
Salud.


Hola, Bely.Me encanta verte aquí.También yo te echaba de menos.Tengo la impresión de que hace muchísimo que no sabía de tu existencia.Veo que sigues tan cielo como siempre.Gracias por venir.
Un abrazo

MARY dijo...

que suerte de abuela la tuya.....y suerte la de tu padre de que fuera un parto fácil, sino seguro que le hubiera ofrecido a la Santina subir les escaleres de rodilles jejejeje