sábado, 5 de septiembre de 2009

DESTINO : "LA GUINEA"

( San Carlos / Fernando Póo)


Diciembre de 1955...Faltaba poco para la llegada de la Navidad.


Mi padre baja la escalerilla del avión con una soltura inusual y un gesto que muestra la naturalidad de quien lo hiciera frecuentemente. Lleva un traje oscuro con la americana desabrochada, sobre la que se abre con ligereza una gabardina colocada sobre los hombros cuidadosamente, a pesar del aspecto desenfadado que le da el cuello con las solapas a medio subir. Sus manos parecen ocupadas con la corbata en un gesto difícil de precisar. Tal vez el calor le invitase a desprenderse de ella. Por encima de ellas destaca el blanco y amplio cuello de la camisa. Sus ojos miran a la cámara como alguien acostumbrado a las luces del flash. No expresa su rostro sorpresa, ni sobresalto, ni extrañeza. Con aparente serenidad lanza fijamente su mirada en la dirección del fotógrafo pareciendo traspasarle, ignorando su objetivo y observando algo que le llamase la atención tras la cámara. Pero probablemente esta apariencia no fuese más que el envoltorio del temor y la inseguridad que le acompañaban aquel día, que puso por primera vez sus pies en aquella tierra lejana y ajena a sus rutinarias ocupaciones en el pueblo, repartidas entre la familia y el trabajo que hasta entonces había desempeñado en una carpintería.

La fotografía que le envió a mi madre dejaba constancia de su llegada al aeropuerto de Santa Isabel, capital de Fernando Póo. Esta pequeña isla , junto con algunos islotes y una parte del continente africano, bautizada como Río Muni, conformaban el territorio de Guinea Ecuatorial, colonia española hasta su independencia el 12 de octubre de 1968.

Llegó mi padre a Guinea con un empujoncito de mi madre que le veía reticente ante la llamada de quién había sido dueño de una carpintería en el pueblo años atrás. En ella, mi padre adolescente había dado comienzo a su aprendizaje en el oficio. Este primer patrón conocía las cualidades personales de aquel muchacho al que adiestró en el arte de trabajar la madera. Por eso cuando se trasladó a la Bahía de Boloko y se hizo con una empresa maderera, no dudó en llamar a aquel mozalbete que ya no lo era para ponerle al frente del aserradero.

Sacar a mi padre de su tranquila vida, estable y sosegada, no fue labor fácil para mi madre a la que se le iluminaron los ojos al conocer la propuesta. Alentada por mi abuela, que veía en la oferta una oportunidad irrechazable de mejorar la situación en el trabajo del recién estrenado cabeza de familia, hizo todo lo posible, no sé si para convencer, pero sí para poner a mi padre en situación lo suficientemente comprometida, como para cambiar su trabajo en la carpintería que nos solventaba el sustento familiar, por las promesas inciertas de algo desconocido y distante con lo que sólo compartía el recuerdo grato de Manolo, su antiguo patrón, y el siempre cálido olor de la madera.

Y fue así, impulsado por su responsabilidad y la voluntad de mi madre, cómo llegó a instalarse en la bahía de San Carlos, asentándose en una vivienda que distaba unos cuatro kilómetros de la población. En plena selva y, paradójicamente, al lado de la carretera que se interponía entre el aserradero y una paradisíaca playa de aguas cálidas, poblada de esbeltas palmeras.

Mi abuela, ante la partida de mi padre y haciendo gala de su matriarcado, se encarga de mi custodia y de la de mi madre, embarazada entonces de cinco meses. Ésta, año y medio más tarde en el Puerto de El Musel, se embarca en el Dómine en compañía de mi hermano, que con unos cuantos meses ya estaba en condiciones de afrontar la larga travesía, para reunirse con mi padre.

Mi entorno se mantiene sostenido por el cariño que preñan cada día mi abuela, mi tío y Bareto.El cuarteto se queda en dueto virtuoso guiado por excelente batuta.

Karen Dinesen





8 comentarios:

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Parece redactado por una imposible Gabriela García Márquez.

Karen Dinesen dijo...

Luis S., sé que me aprecias. Afortunadamente lo de "Gabriela" rompe el cortés pretendido paralelismo, dándole un matiz halagador con una chispa de gracia.Me parece que sólo en el marco del juego tiene cabida la supuesta valoración que no sabes cómo te agradezco.
GRACIAS con mayúscula. (y en "negrita")

DIOS dijo...

Afortunadamente esto no es realismo magico.
Hasta Dios queda a la espera de nuevas entregas.

Un saludín

Karen Dinesen dijo...

Miner, Miner...que te estás aficionando a los seriales blogeros...un poco de magia debe de tener esto de la historia por entregas.La intriga nos despierta emociones, eh?

belijerez dijo...

La guía de aquella excelente batuta hizo sacar el alma del mejor violín en la orquesta de tu vida.
Son multiples tus adagio, areas, minuetos o pizzicatos, no falta tu gran opera en la que como protaqgonista de grandes amores lo has bordado.

Sigue componiendo tu obra es genial.

Karen Dinesen dijo...

Gracias por tus ánimos, Beli.Te echaba de menos.Pero compruebo satisfactoriamente que estás ahí.
Espero que estés bien.
Un abrazo.

Marydè dijo...

Quedo humildemente en espera del siguiente capitulo de tu "vita vissuta" che me imagino en una estupenda aureola de calor familiar alrededor de tu persona.

Karen Dinesen dijo...

Gracias por acercarte, Marydé.
No me resultará fácil trasladar con palabras todo el calor recibido.Pero creo que debo intentarlo.