sábado, 19 de diciembre de 2009

EL VERANO VA TOCANDO A SU FIN


Sentada en la acera, a la luz de la farola, contemplaba el revoloteo de las polillas y la cantidad de mosquitos que se concentraban en torno a la misma y cuyo halo permitía hacerlos visibles en la oscuridad de aquella noche de verano mientras mis amigos de calle jugaban al bote.


Se fue mi pensamiento unos días atrás cuando mi abuela y yo acudimos a ver un espectáculo nocturno de comedias al aire libre. Era entonces frecuente que durante el periodo veraniego llegasen al pueblo carromatos de comediantes que ofrecían su magia, sus bailes, sus chistes y canciones , llegada la noche, en la Plaza de Carlos I situada en el centro de la villa. Como no había asientos era necesario llevar las sillas de casa. Mi abuela tenía una pequeña silla, para ocasiones como ésta, de patas cortas, amplio asiento y alto respaldo que le había hecho mi padre. Fue también mi padre quien le hizo el reclinatorio que tenía en la Iglesia, forrado en terciopelo verde por la parte destinada a apoyar las rodillas, y con las iniciales de su nombre, formadas con chinchetas doradas, en la parte superior dónde se supone se apoyaban las manos con los dedos entrecruzados, con rosario o sin él, en actitud orante. Pues bien. El reclinatorio tenía el sitio acotado siempre en el mismo lugar y en el mismo espacio: la iglesia de la Oliva. Pero la silla de cortas patas y elevado respaldo tenía una función multiuso: para sentarse con Wences bajo el nogal a hacer ganchillo, por ejemplo. Escuchar el Sermón del Encuentro en Semana Santa. O, como es el caso, permitirle ver relajadamente lo que los comediantes de turno quisieran ofrecernos, mientras yo me sentaba a su lado en el suelo o en su regazo a ratos.

La última y reciente noche habíamos podido contemplar las múltiples y maravillosas evoluciones de una pareja de tanguistas. Yo me había quedado encandilada con sus bailes y la música que los acompañaba, reconociendo en ella algunas de las canciones que Bareto entonaba mientras se afeitaba.


¡Bote! Este grito emitido por Jesús me sacó entonces de mi ensimismamiento y poco después mi abuela se asomaba a la ventana para recordarme que era ya la hora de la retirada.


Agosto se agostaba y el inicio de Setiembre estaba a la vuelta de la esquina. Y, aunque el Colegio no comenzaba entonces hasta Octubre, los días más cortos, la luz menos cálida , las mañanas más frescas y la proximidad de las fiestas del pueblo que daban el cierre al verano hacían de este último mes estival un periodo en el que la melancolía comenzaba a hacer su presencia, acentuada por mi tendencia a anticipar y hacer presente el futuro, en este caso no muy excitante, como era la vuelta al Colegio. Con esta idea subía la escalera intentando darle un giro a la última idea anclada en la mente. Pensaba en el cuento que me esperaba en la cama e iba diluyéndose el gris.

Aún quedaban las fiestas, que en mi pueblo daban el cierre a la temporada de verano. Los caballitos, los churros de la churrería ambulante de Gloria, las almendras garrapiñadas…hasta podría caer algún juguete de feria. Recuerdo una pelota, pequeña, de plástico, segmentada y pintada a dos colores que llevaba enganchada una goma elástica de unos cincuenta o sesenta centímetros. La elasticidad de la goma a la que estaba sujeta y la ligereza de la propia pelota, permitía lanzarla sin que se escapase, anudada la goma en el dedo medio de mi mano derecha, y volviendo a la mano para repetir la operación lanzándola de nuevo. Era una adquisición a la que mi abuela habría transigido después de dejarse convencer por Bareto.


Además, durante los días que duraban las fiestas, salíamos a tomar el vermú acomodados en alguna de las terrazas de los bares de la plaza del Ayuntamiento mientras escuchábamos a la Banda Municipal interpretar su repertorio festivo. Yo apuraba mi refresco con una pajita y entretanto mi abuela y mi abuelo se tomaban un vermú de verdad. Con aceituna y todo. Bueno, a mi abuela uno entero debía parecerle demasiado y ella pedía medio. Medio vermú de color. Porque ahora el vermú es rojo o blanco. Pero entonces era blanco o “de color”. En el colegio tampoco le llamábamos rojo al rojo. Decíamos colorado. Y Caperucita era Caperucita Encarnada. Que mira tú si lo de encarnada no suena más a Encarna o a carne que a rojo. Pero lo cierto es que yo del rojo sólo oía hablar en casa. De hecho nosotros éramos todos “rojos”. Eso decía mi abuela. Y a mi abuelo le habían fusilado por rojo. Pero en ese momento el rojo parecía haber desaparecido de la faz de la tierra. Y por eso el vermú era “de color”.


Y cada tarde tenía su aliciente. Recuerdo de forma especial la carrera de ciclistas que tenía lugar el martes. Era un circuito cerrado el que realizaban los ciclistas y se clasificaban por eliminatoria. Es decir. El último que pasase por la línea de meta en cada una de las vueltas iba siendo eliminado. De forma que cada vez quedaban menos y la última vuelta se la disputaban sólo dos. Uno de ellos sería el vencedor. Era francamente emocionante. Además en mi caso tenía un aliciente añadido. La meta estaba situada justo delante de la oficina de Telégrafos en la que mi tío desempeñaba su trabajo a diario. Así que teníamos el privilegio de poder ver todo el desarrollo de la vuelta desde uno de aquellos balcones de piedra arenisca con barrotes torneados que traían a mi abuela a malvivir. Cada vez que yo acompañaba a mi tío en ocasiones como ésta, o alguna mañana de verano en la que compartía tiempo y espacio con él mientras yo leía o escribía y él hacía lo mismo esperando oír sonar el teletipo, oía la misma recomendación una y otra vez de boca de mi abuela. Temía que yo metiese la cabeza entre los barrotes. No nos dabatregua a mi tío y a mí con la misma cantinela que nos martilleaba en los oídos. Sufría pensando en los barrotes preciosamente torneados de aquellos amplios balcones. Yo no necesitaba que me dijeran las cosas dos veces. Con una bastaba para realizar la orden a pies juntillas. Pero eso no me impedía seguir con emoción la carrera de los martes de fiesta. El miércoles era el último día. Y con él llegaban las carrozas. No perdía ocasión mi abuela de hacerme lucir en una de ellas. Siempre se las arreglaba para ello de modo y manera que pudiera obtener una foto para enviar a mis padres. Por la parte de atrás de la fotografía, ella escribía lo orgullosa que yo me sentía en mi papel, cuando en realidad el orgullo era el que ella proyectaba en mi personilla que seguía fielmente las indicaciones de quien era la abuela más maravillosa del mundo.


Después de las fiestas, el pueblo quedaba abatido, desolado. Parecía que hubiese pasado el caballo de Atila. Daba una imagen de lugar sin gentes…de viviendas vacías…Por las mañanas había más movimiento en las calles. Pero en la tarde el pueblo parecía abandonado. El signo más claro del verano, la presencia del carro de los helados estacionado en una esquina de la plaza del Ayuntamiento después del recorrido diario callejero, había desaparecido. No volvería hasta el próximo verano.


Octubre, el otoño, el comienzo de las clases y la melancolía me esperaban a la vuelta de la esquina…

Karen Dinesen

Foto extraída de:www.andaluciaimagen.com/fotos-atracciones-de-feria



17 comentarios:

miner dijo...

Me acuerdo yo del heladero que se ponía en la plaza de la Villa, plaza que llevaba el nombre de nuestro vigía de occidente ¡Franco,Franco! que seguro que tendría la sangre colorá.

Pero bueno, ya fuimos unos adelantados. Hoy en EEUU Obama no es negro, es de color.
Y el insigne Berlusconi (con perdón) dice de Obama que está bronceado.
Bueno voy a dejar el rollito de primavera porque me estoy poniendo encarnado.

Anónimo dijo...

un blog lleno de textos vacíos
felicidades, ni aposta lo habrías hecho mejor

MARY dijo...

" si la envidia fuera tiña ".....,como decía mi guela, mas de uno iría por la calle embetunau.
Unos recuerdos preciosos Karen,pena me da del que vienen a tu blog en plan falton,no me quiero ni imaginar como debió de vivir su infancia el susodicho anónimo,el amigo invisible debió de ser la persona mas cercana que tubo...

Karen Dinesen dijo...

Querido anónimo:
Entiendo que lo sean para tí.No tienen por qué decirte nada los recuerdos que llenan la vida de otros.
Iba a invitarte a volver. Pero supongo que dado el interés que te provoca el contenido del blog carece de sentido la invitación.

Karen Dinesen dijo...

Gracies, Mary. Da la impresión de que te tocaba guardia, jeje.
Un abrazu con calorín pa ti y otru pa Miner.

MARY dijo...

Karen creo que me merezco un buen roscu jejeje, debe de ser por asociación de ideas, solo entiendo que se tenga una mente muy (estrecha )de "tubo" esos que se dedican a faltar como anónimos en otros blogs…….tuve que estar muy indignada lo confieso y a eso le añadimos que me gusta mucho leer tus relatos , besinos y que pases buenes fiestes y como no nos tocara la lotería pues que tengamos “salud”

Karen Dinesen dijo...

¡Esa defensa no tien preciu, Mary!! Ni con un millón de roscos...Pero tendré que mandate uno...¡Qué menos!
¡Salud, Mary! Y gracies por todo.


P.D. Y yo creo que la lotería ya nos tocó.Somos muy afortunades...¿o no?

miner dijo...

A mucha gente que le tocó la lotería y no lo sabe.

Umbriel dijo...

A mi Danesa, ni con el pétalo de la rosa.......

Karen Dinesen dijo...

Pues tienes razón, Miner.
A Umbriel, por ejemplo, que no se entera!

A ver, Umbriel...

Con el pétalo de la rosa…
El color y olor de las lilas…
El cantar del agua en la pila…
Las alas de la mariposa…
Un rosco como el de Mary, si quisieras
Y un fuerte y cálido abrazo ¿Más esperas?...

Karen Dinesen dijo...

¡¡A que la que no se entera voy a ser yo?

Umbriel: Que igual leí una coma dónde no la hay. Lo siento. Soy un desastre.

Creo que debo darte las gracias.

Karen Dinesen dijo...

(Entre col y col, lechuga.)

Es una bonita defensa la tuya Umbriel. Ahora creo que sí leí bien.
Te mereces un rosco como el de Mary y un tierno y cálido abrazo.
Gracias.

Umbriel dijo...

Uf! que susto, no me llegaba el cuello a la camisa. Menos mal que se aclaro, podia yo haberme expresado mejor pero quise hacerlo poéticamente y se ve que no estoy dotado ni para copiar a Juan Ramón J.
Calido abrazo también para tí.

Karen Dinesen dijo...

Yo debería ser menos impulsiva y leer lo que está escrito y no lo que no lo está.

¡Y Miner que no se preocupe que también le tocará un roscu!Lu mereces más que nadie que pa eso fuiste el primeru en entrar.

Siéntome tan generosa que estoy por regalar otru roscu al anónimo...

Abrazos.

Marydè dijo...

Jolines, que aire tira estos dias.
Lleguè la ùltima pero apreciando los relatos como siempre (CASI siempre), me merecerìa un cachìn de roscu...

Karen Dinesen dijo...

Roscu enteru, Marydé. Faltaría más.
Gracias por venir.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

Lo que es un buen puesto. Me encanta la lectura de estos tipos o artículos. Puedo? Esperar a ver lo que otros tienen que decir.