sábado, 20 de marzo de 2010

A LA ESPERA...

"Esperando la inspiración" (Hajjar Mila)

Decía la Mére Inés, mujer enérgica que ejercía de madre Superiora en el Colegio que vio el despertar de mi adolescencia, que “el aburrimiento es la enfermedad de quiénes tienen el alma vacía y la inteligencia sin recursos”.


Me sentía yo identificada en esta aseveración. Los estudios, mi imaginación, mi familia (que la verdad sea dicha no daba tregua)y la melancolía que ocupaba los espacios que me quedaban , llenaban mi tiempo sin dar lugar a que el aburrimiento llegase ni al umbral de mi piel. Mucho menos al blindaje de mi entraña. En más de una ocasión me habría gustado poder aburrirme, tumbada en la cama con cara de hastío contemplando las moscas que seguro compartían espacio conmigo aunque el velo de mis ocupaciones me impidiera caer en la cuenta de su existencia.


En el Colegio el tiempo estaba milimetrado. Nos levantábamos a las ocho casi a toque de corneta. Las palmas de la Mère Asunción surtían el mismo efecto. Deprisa a la ducha, lavado rápido de boca, apenas un breve repaso al pelo con el secador que no permitía el secado completo, recoger el pelo en cola o trenzas, calzarse , procurando que los calcetines aguantasen estirados hasta el repaso de la Mère, y por último, ponerse encima el mandilón , hacer la cama y dejarlo todo en orden antes de que el silbato sonase para hacer la fila a las 8:30 h.; después de dejar recogida en un extremo la cortina de la celda (así llamábamos a nuestro habitáculo) para que pudiera la Madre darle el repaso a las habitaciones en aquel amplio espacio del dormitorio, recorriendo ella el pasillo central mientras miraba a un lado y a otro buscando algo que diera lugar a la llamada de atención de turno si alguien se había olvidado de guardar en el armario las zapatillas o el neceser.


Desde ésa, la última planta del edificio, hasta el comedor situado en un semisótano abierto a un patio interior con amplios ventanales, bajábamos en fila y absoluto silencio por una ancha escalera de madera con barandilla de metal dorado y brillante en uno de sus lados, dejando en la bajada los pasillos que conducían a las aulas, a la capilla, a la sala de estudio o a los despachos de la Superiora y de la Jefa de estudios o los adjudicados a la Administración o a la Secretaría. Y, ya a la altura de la calle, el hall de la entrada desde el que se accedía también al patio.


Siempre fue el desayuno para mí el mejor momento del día en cuanto a comidas se refiere y lo disfrutaba a tope. Café, acompañado de un bollo de pan recién salido del horno en el que untaba mantequilla y mermelada casera. Mère Teresita y Felisa, que se ocupaban de la cocina, cocinaban como los ángeles. Hacían una tarta de manzana que nunca comí otra que la igualase.


Del comedor a la sala de estudio. Un amplio espacio al que llamábamos “El Pilar”, para abreviar, ya que éste era el nombre que figuraba en una placa situada en la parte superior del marco de la puerta. Allí las aulas también tenían nombre. Iban llegando las alumnas externas de 5º, 6º y PREU a aquel lugar común en el que se cambiaba el abrigo por el mandilón en la percha que tuvieran asignada. E internas y externas íbamos tomando asiento en el pupitre que se nos había adjudicado al comienzo del curso. En aquel lugar no se impartían clases. Era el sitio de reunión a la mañana para realizar la oración, coger los bártulos que necesitaríamos a lo largo de la jornada y repartirnos por las aulas de Literatura, de Historia, de Idioma (francés por supuesto) , de Matemáticas o Latín …era lugar de visita a la hora del recreo para cambiar los libros por las galletas y de nuevo al final de la jornada para rezar de nuevo, cambiarse las externas para ir a casa y acomodarnos las internas y mediopensionistas para un estudio que sucedía a un breve espacio de tiempo de relax en el patio, y precedía a la hora de la comida….Era éste un momento emocionante….


Mientras íbamos tomando asiento, llegaba la Mère con un fardo de cartas que constituían el correo del día. Se sentaba en su silla entronizada junto a la mesa en la cima de una tarima con tres peldaños, para desde esa altura poder otear bien todo el espacio a sus pies: y a renglón seguido, con un abrecartas abría, para posteriormente pasar a leer una a una, todas las cartas de las que las alumnas internas éramos destinatarias. Lo hacía de manera ostensible, imperiosa…y lo que a mí me parecía una violación de mi intimidad y un abuso de autoridad, ella lo valoraba como un deber para evitar que llegasen hasta nuestras ingenuas mentes ideas perniciosas que provocasen en nosotras desviaciones de la recta moral. Pero la picaresca traspasaba las paredes del Colegio... Un falso domicilio y la generosidad de una compañera externa nos resolvía la situación.

Karen Dinesen


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P.D. Fue de nuevo la frase de la Mére Inés quién hizo que yo pariera estas líneas, después de dedicarle un tiempo a "El Pentateuco de Isaac" (Angel Wagenstein), sin ninguna otra intención que la de no mantenerme aburrida, a la espera de que el gris de la tarde se tornase multicolor. No parece que el milagro haya ocurrido. Pero os aseguro que, una vez más, el aburrimiento no encontró paso por mi camino.

5 comentarios:

belijerez dijo...

Aburrirte tú...?????? Imposible.
Estas en racha, no sueltes el hilo o te saldras de la galaxia.

Besitos.

Logan y Lory dijo...

Leyendote parecía vislumbrar cada una de las aulas de aquél colegio en el que nos educamos. Unas mismas mére que se repiten una y otra vez en los recuerdos y ese afán de consguir de nosotros personas inteligentes capaces de ocupar el tiempo de ocio en mil y una actividades para no dar lugar al aburrimiento.

Está claro que no te aburres, ni nosotros, leyendote...

Un abrazo.

Karen Dinesen dijo...

Gracias, Beli. El del hilo te quedó grabadito, eh?
Un abrazo, preciosa.



Gracias... Logan y Lory.Saber que hay personas que no se aburren leyendo lo que escribo, contribuye a que siga haciéndolo y me permite combatir, no sólo el aburrimiento, sino también el desánimo en el que, a veces, inevitablemente tropiezo.
Un par de abrazos.

miner dijo...

Pues no te desanimes pues lo que nos cuentas "presta".
Por cierto, tú conoces el alma, porque esa si que se debe de aburrir.

Karen Dinesen dijo...

La mía, Miner, no sé dónde se esconde.La siento por todo el cuerpo pero, la muy astuta, no se deja ver.
Un abrazo