jueves, 25 de marzo de 2010

MI BICICLETA


Cuando tenía 14 años y la vida me aplastaba no pedía nada. La opresión no sólo silueteaba mi cuerpo sino que rellenaba hasta el más mínimo hueco de la entraña. La sensación que esto me producía era una contradictoria ausencia de sensaciones por estar saciada de ellas, enrollada en una confusa madeja, ofuscada el alma por la angustia que no sentía como algo ajeno. Todo mi yo era ella. La angustia con patas.


En esos momentos sólo intentaba quitarme de encima la losa. Las manos hacían de guía. Pero eran mis piernas las que ponían en fuga a cualquier buitre que merodease en busca de posible carroña. Mis delgadas piernas y mi bicicleta. Ésta fue siempre mi más fiel aliada. Una simbiosis de Rocinante y rucio que me conducía a buscar la armonía entre los sentimientos y la razón permitiéndome tomar la distancia necesaria para que esto pudiera ser posible.


Unas veces seguía la carretera río arriba hasta una vega .Y allí, a la altura de un puente, en un recodo del riachuelo, dejaba mi bicicleta en el suelo y paseaba por la orilla con la vista puesta en ninguna parte mientras dejaba que el viento suave o recio fuese diluyendo la cobertura plomiza de la piel para traspasar poco a poco la frontera del cuerpo hasta llegar al alma y sentir el alivio de la frescura. O sentada en una piedra me dejaba llevar por el sonido de la corriente y el fluir de las aguas transparentes que me permitían ver el fondo del cauce mientras el placer entraba por los sentidos hasta encontrar igualmente el fondo de mis entretelas y empaparlas. O simplemente me dejaba caer en la hierba sintiendo la placidez que da su cobertura a la tierra en mi contacto con ella, y mi vista se entretenía dando forma a las nubes y haciendo con ellas coreografías que bailaban al son de las melodías que tarareaba internamente.


Otras veces pedaleaba carretera arriba del vertedero hasta sobrepasarlo un par de kilómetros. Y la aparición casi repentina de la impresionante visión de la ría me alejaba de aquello que me agrisaba y nublaba la vista, trasladándome lejos de la frontera del espacio y el tiempo que determinaban las coordenadas del día. Me apeaba de la bici, me sentaba a contemplar aquello en una piedra trabajada, esculpida como asiento, que estaba allí probablemente con la finalidad de poder hacer lo que yo hacía entonces. Abrir bien los ojos y todos los poros de la piel para facilitar que aquella estampa penetrase, desplazando el lugar que ocupaban los pesares.


En abundantes ocasiones mi rumbo tomaba el del camino de la playa…Pasear por la arena al atardecer… con el sol a la espalda… viendo proyectada mi sombra alargada… marcando la huella y levantando la vista para lanzarla al horizonte, mientras el mar se dejaba querer, pidiendo abrazos y dando arrullos. Sin más testigos que los pinos cercanos, entre los que me dejaba caer posteriormente sobre el lecho de agujas que cubrían el suelo, para espantar los agobios mientras veía retazos de cielo a través de las copas de los árboles.


Así aligeré los pesados fardos en repetidas ocasiones. Aún sigo haciéndolo.


Sólo tengo un temor…Espero que nadie me quite mi bicicleta….por favor…


Karen Dinesen

5 comentarios:

belijerez dijo...

¿Podríamos ir en tanden?
Nooo nooo no nos moveran, igual que el pino junto a la riiiveeera, nooo noo no nos moveran.

Precioso texto. Preciosa imagen.

Logan y Lory dijo...

Una bicicleta y un paisaje, nada mas natural para aligerar el peso del fardo que esa etapa adolescente llenaba de angustias, inseguridades y miedos ante nuestra propia identidad.

Una maravillosa forma de escapar, una bicicleta y el mundo por delante...

UN abrazo.

miner dijo...

Precioso relato. Difícil suele ser la armonía entre los sentimientos y la razón.
Que nadie nos quite la bici.
Un saludín

Karen Dinesen dijo...

Gracias a tod@s. Vuestra presencia me facilita el pedaleo.
Que no nos quiten la bici... ni el río, ni el cielo, ni el árbol, ni el mar,ni el viento, ni la hierba, ni la roca, ni...
Abrazos
Karen

Karen Dinesen dijo...

Gracias a tod@s. Vuestra presencia me facilita el pedaleo.
Que no nos quiten la bici... ni el río, ni el cielo, ni el árbol, ni el mar,ni el viento, ni la hierba, ni la roca, ni...
Abrazos
Karen