martes, 30 de marzo de 2010

PASEO VESPERTINO


Batea en la cara el viento. Es fresco. Me despeja el rostro. Son embates que aportan frescura que desentumece y estira. Está lejos de ser ese viento frío y húmedo que encoge, hundiendo el cuello entre los hombros. Éste es viento de Marzo y ya se encarga el mes de distinguirse.

El cielo luce un gris azulado porque es sutil el velo que lo agrisa. Tan sutil que sólo lo cubre a trozos dejando tramos descubiertos por los que se intuye el sol que siluetea las nubes con unos tenues bordes luminosos.

Camino pisando verdes sendas, suelo empedrado y roca, con pasos enérgicos, agarrándose bien la suela de mis botas, facilitando el ascenso de la suave pendiente que me lleva desde la hierba hasta la caliza, alcanzando la altura suficiente para recrear mi visión en el valle que se abre a mis pies. Aunque el frío invierno no permitió el temprano despertar de las flores, pueden ya verse los verdes salpicados del amarillo de las flores del diente de león, de los puntitos blancos de las margaritas silvestres, desdeñadas por el gentío y a las que yo adoro por su osadía al ser las primeras en lucir su tronío.

En las veredas abundan las matas de las primaveras, dotadas de un tono privilegiado, amarillo claro y luminoso a la vez, que facilita su distinción a distancia a modo de indicadores del camino. Y ésas diminutas, parecidas en tono y forma a la genciana que se agolpan formando amplias manchas de un azul intenso. En las ramas de algunos árboles despuntan los brotes. Y en algún arbusto la hoja, incipiente, pequeña, tierna en textura y color, ya se contonea. Los espinos empiezan a florecer cubriendo sus ramas con racimos de aromáticas florecillas blancas que acabarán ocultándolas por completo. Aisladamente, plantados en alguna de las fincas colindantes del camino, aparece un ciruelo japonés o una “pescal” desgarbada engalanados de flores rosáceas.

Durante todo el recorrido me acompañan los trinos de los pájaros que difícilmente se dejan ver. Los oigo, los sitúo aproximadamente por la procedencia de su canto, me detengo y escudriño entre las ramas aún desnudas entre las que se camuflan extraordinariamente. Oigo con claridad el trino de un petirrojo en un árbol cercano. Es uno de los pocos cantos que identifico junto con los del jilguero y el mirlo. Busco el rojo y lo encuentro. Apenas unos segundos se enseñorea luciendo pecho. El tiempo suficiente para permitirme el disfrute.

El aire sigue dándome en la cara y agitándome el cabello. Es fresco. Me despeja el rostro. Y me limpia el alma. Permanezco a la espera del viento del mes que llega...Abril...Que no nos lo roben...


Karen Dinesen


5 comentarios:

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Aunque no diga nada de cada una, porque poco más se puede decir, unas últimas entradas extraordinarias, que reflejan perfectamente ambiente y sentimientos.

Alipio dijo...

Casi me parece que estaba paseando contigo. Un paseo virtual pero paseo al fin y al cabo.

Saludos

miner dijo...

En esta entrada se huele hasta la primavera.

belijerez dijo...

Era como si el viento también me acariciase. Me alegro mucho de "nuestra primavera".

Besos y gracias por compartir.

Karen Dinesen dijo...

Gracias una vez más, Luis Simón. No tienes que sentirte obligado a comentar.Disfruta en la visita y ya. Noto cuando pasas por aquí e intuyo cuando te agradó lo leído.
¡Olfato que tiene una, jeje!
Un abrazo.


Alipio,¡No sabes cómo me prestó tu compañía! Ya noté yo que disfrutabas con el recorrido.
Un abrazo.


Miner, menos mal que te tengo aquí. Gracies por poner el aroma priimaveral.
Espero que les llegue al resto de lectores.
Un abrazu.

Beli,gracies por la identificación.Aunque "nuestra primavera" se vuelva un poco loca (no podía ser de otra manera) con los vientos de tan distintas latitudes.
Un abrazo.