lunes, 29 de marzo de 2010

UNOS MINUTOS CON MI ABUELA

"La libertad guiando al pueblo" (Delacroix)
Ayer, después de relatar los acontecimientos marianos que caracterizaban los meses de Mayo de mi infancia, le dediqué un tiempo a mi abuela. Pensaba que cuando me preparaba el ramillete de dalias y gladiolos habrían transcurrido unos veinte años y alguno más desde el final de la guerra civil. Y ya lo dice el tango…veinte años no es nada…En casa la guerra no sólo no se había olvidado sino que era tema de discusión y debate entre los hombres de la casa (CNT/ PC), y un periodo repleto de recuerdos para mi abuela…Recuerdos que de vez en cuando desgranaba alguna tarde de invierno en la que me contaba algún hecho anecdótico, para cuyo relato le daba permiso la cordura que siempre la acompañó.


Procuraba evitar que yo sufriera las consecuencias de lo mediatizados que ellos estaban por sus vivencias. Pero, de la misma forma, siempre puso voluntad para que yo no ignorase mi historia más directa: La de mi familia. Cada uno ponía su granito. Mi tío me enseñaba la Internacional acompañando el rato de un discurso que pretendía explicar el por qué del contenido. Bareto con sus habituales improperios anticlericales motivados por algo que había leído escuchado. O simplemente oyéndome a mí relatar mis experiencias colegiales. Pero allí estaba mi abuela para hacerles callar si consideraba que sus excesos podrían dañar mis oídos y, lo que es peor, afectar a mi entraña.


Y ella explicaba el por qué de la necesidad de saber cuándo convenía hablar o no, sin renunciar nunca a nuestro pensamiento. Y tendríamos que luchar con inteligencia y no dejándose llevar por las pasiones… o por la ofuscación mental que le producía a Bareto el coñac que le acompañaba las tardes de los domingos en las partidas de dominó para, posteriormente, dirigirse risueño a pegarle la hebra irónicamente al teniente de la Guardia Civil a riesgo siempre de acabar en el “cuartón”. Así se denominaba entonces a lo que hoy diríamos “comisaría”. Ella, que era tremendamente apasionada, nos daba a todos ciento y vuelta en el control o reconducción de las pasiones. Sin embargo, su pasión estaba presente en todo cuanto hacía aunque la envolviese en paño. Desde ponernos al hilo, si era preciso, hasta preparar la masa para las galletas aprovechando las natas de la leche o confeccionándome en un abrir y cerrar de ojos un vestido para una función teatral. No obstante, tenía claro que para conservar las prioridades de aquello en lo que creía y defendía era necesario tragar algún sapo. Para que no se le atragantasen, cantaba. Mucho y a viva voz. Y con la copla se iba el veneno.


El objetivo prioritario de mi abuela eran mis estudios. Me decía con frecuencia que el estudio me daría una futura independencia personal. Y me lo explicaba con ejemplos de claridad meridiana. Que el ser primaba sobre el tener…Que el estudio podría proporcionarme un trabajo agradable…Y que nunca dejase de trabajar bajo ningún concepto. Añadía como remate que la independencia personal pasaba por la económica.


Y ella tenía muy claro que la Institución Libre de Enseñanza no tenía nada que ver con las Carmelitas de Vedruna. Pero también sabía que el terreno que pisaba era el del nacionalcatolicismo. Y no había posibilidad de pisar otro. Así que habría que intentar recorrerlo evitando, en la medida de lo posible, llenar los zapatos de mierda. Y lo hizo muy bien. Nunca renunció de su condición de viuda republicana, incluso habiéndose casado en segundas nupcias. Y se sentía tremendamente orgullosa de mi abuelo y de sus hijos. No obstante, eso no le impedía tener una relación cordial con la Hermana Benita, a la vez que se relacionaba abiertamente con todos los que, al igual que ella, habían sido represaliados y lo seguían siendo por su condición política.


Era una luchadora nata. Durante el tiempo que mi abuelo permaneció preso, llamó a puertas de todo tamaño y condición para lograr el indulto que nunca llegó. Luchó, ya viuda, para sacar a sus hijos adelante de la mejor forma posible en un contexto adverso. Luchó después por sus nietos.


Desarrolló a su manera su dimensión religiosa, provocada por sus inquietudes que nunca la abandonaron aunque era una crítica feroz con la Iglesia en su alianza con el franquismo. Siempre afrontó lo religioso con la misma naturalidad con la que preparaba los garbanzos del domingo. Cumplía con la misa dominical, a la que acudía sola o en mi compañía. Y, por supuesto, vivía todos los rituales de la Semana Santa en los que yo la acompañaba y disfrutaba a pesar del luto riguroso que reinaba en el ambiente. Desde la bendición de su laurel y mi palma, hasta la procesión del domingo de Resurrección.


Jamás Bareto pisó el espacio interior de un templo. Pero su anticlericalismo no estaba reñido con el respeto por esta actitud de mi abuela. Hasta el punto que no tenía inconveniente alguno en acompañarnos hasta el pórtico o ir a buscarnos a la salida de la ceremonia de turno. Por eso no resultaba raro verle subiendo la cuesta de la iglesia en compañía de mi abuela y de mí misma, camino de la procesión del Domingo de Ramos, dejarnos en la puerta y “volver pàl centro de rompedor” .Vendría después a nuestro encuentro al finalizar la misma. Ahora tocaba el vermú. Y a continuar luciendo mis lustrosos zapatos de charol…

Karen Dinesen

5 comentarios:

belijerez dijo...

Karen; querida. Semejante caracter de "güela" has heredado, me refiero al fenotipo. Sólo que tú, la guerra, como yo, tenemos que librarla un poco mayores ya.
La ventaja de tu abuela es que conocía al enemigo, ahora nosotras tenemos que descubrir dónde está aquel. Y desgraciadamente los enemigos estan, sólo que camuflados entre los socialistas, y muchos más bichos semejantes.

Karen Dinesen dijo...

Análisis certero, Beli.Al menos en lo que al contexto actual se refiere.
Yo te aseguro que vengo librando batallas políticas desde los diecisiete. Hubo un tiempo en que pensé que íbamos camino de ganar la guerra.
Y ahora estoy en un campo lleno de desolación en el que mire hacia dónde mire me resulta difícil distinguir dónde están los míos.

Quizás yo tampoco sepa mirar...
porque haberlos haylos...sigue reconociéndose un 20% bajo el umbral de la pobreza.¡Aunque vete tú a saber! ¡Igual forman parte del Pueblo de la Libertad!!

No puedo aplicar los mismos análisis en un contexto tan distinto como es el contexto actual.Me temo...
Un abrazo.

belijerez dijo...

Tu luchas desde los diecisiete. Yo no lo se. Sólo que a los once el proyecto que tenían en casa para mi era una fregona. A los quince dejé el colegio para irme a trabajar, en vez de coger la fregona cogía teléfonos.Luchaba, ya lo creo que luchaba, laboralmente.
Luego vinieron otros trabajos en la iglesia, en el barrio, en el colegio de mis hijos (incluidas demandas judiciales),en asociaciones...en fin en todos los "fregaos que soy capaz de llevar". Ahora me peleo con los libros y poco más, quizás un poco conmigo misma...jjjj.

miner dijo...

Ser anticlerical no está reñido con ser religioso.
Yo creo en los jueces que defienden la memoria histórica, y no creo en la justicia.

Karen Dinesen dijo...

¡Diana, Miner!Estamos en sintonía.
Un abrazo.