miércoles, 14 de abril de 2010

VISITA AL CEMENTERIO (2)



Continué realizando la visita al cementerio a las fosas comunes del Sucu una vez al año...Durante mi infancia de la mano de mi abuela cada primero de Noviembre. Más tarde, durante mi juventud y hasta el día de hoy, volví anualmente cada 14 de Abril. Algunos de los últimos años participando en el acto organizado por el Ateneo Obrero y la Sociedad Cultural Gijonesa. Hoy acudí en solitario.


Esta mañana tuvo lugar la inauguración oficial de un monumento en el que aparecen escritos los nombres de todos y cada uno de los ejecutados en el paredón del Sucu, cuyos restos reposan en las cuatro fosas comunes que fueron dignificadas durante la dictadura gracias a la gallardía, el empeño, la constancia y el esfuerzo de Doña Rafaela, respaldada por familiares de quienes tenían allí a sus seres más queridos , convertidos en un referente de vida permanente.


Hoy, a mediodía, después de comer y antes de volver al trabajo, di fiel cumplimiento a mi cita anual con mis abuelos. Iba nerviosa...expectante...Llegué a la explanada del aparcamiento pasadas las dos de la tarde. Cuando bajé del coche una ráfaga de viento me dio la bienvenida. Lucía el sol y templaba la fresca temperatura. Entré por la puerta y enfilé el pasillo central hasta el final dónde se encuentran los escalones que descienden hasta la planta en la que se encuentran las fosas. Giré la vista a la izquierda. Allí estaban. Detrás, el monumento de reconocimiento a las víctimas. Avancé con ligereza. Y , sin detenerme, fui directa hasta las losas dónde figuran los nombres de los ejecutados. Precipitada e impacientemente busco la fecha que encabeza cada uno de los listados: 1938. El orden alfabético facilita rápidamente la localización: Jove Suárez, Constantino. Coincide el nombre de uno de mis abuelos justo en línea con la placa de reconocimiento que figura en una de las caras del poliedro que hace de columna central. De cada una de las aristas parten los paneles negros sobre los que figuran los nombres con letras blancas. Busco ansiosa el nombre de mi otro abuelo: Crespo García, Joaquín.


No me resulta fácil trasladar la emoción. Rompí a llorar sin poder explicarme por qué. Toda mi vida acudiendo año tras año al mismo lugar sin albergar duda alguna sobre la ubicación allí de los restos de mis abuelos. Teníamos la certeza de que era así. Sin embargo, el hecho de ver escritos sus nombres...no sé...fue como una confirmación de lo ya sabido... o una simbólica, instantánea y efímera resurrección...o una forma de visibilizar lo invisible...


Algo tan sencillo, aparentemente intrascendente, como ver plasmado el reconocimiento a la digna labor de mis abuelos en su contribución a la defensa de la República, fue un momento tremendamente emotivo e importante para mí.


Tengo pendiente otra visita en breve. Esta vez no acudiré sola. Mi madre y mi tío me acompañarán.


Karen Dinesen

6 comentarios:

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Emocionante.

miner dijo...

Hoy sobran las palabras, las mías claro. Como dice Albalá ¡emocionante!

Me acuerdo de los plátanos de sombra que bordeaban todo Ramón y Cajal. Fue lo primero que vino a mi mente de la infancia, como una fotografía.

Karen Dinesen dijo...

Gracias a los dos por pasar.

Miner: recuerdo cuando subía por la calle de Ramón y Cajal a pie, bajo los plátanos de sombra, las casas salpicadas a ambos lados de la calle. Nos llamaba especialmente la atención un chalet con las paredes de piedra vista, situado a la izquierda, porque era exactamente igual que uno que había en el pueblo.El arquitecto le sacó partido al diseño en este caso.
Abrazos "pa" los dos.

Anónimo dijo...

Te llevo siguiendo mucho tiempo,nunca te escribi nigun comentario.Me pareces una mujer extraordinaria y con una sencibilidad que me emocionas.un beso.

Karen Dinesen dijo...

Querido anónimo:
Recibo agradecida el comentario que me dedicas.Pero ten en cuenta que en aquello que percibimos tiene mucho que ver la imaginación que ponemos al mirar. Gracias por verme así. Es un estímulo para no sólo parecer, sino ser aquello que otros ojos ven en mí.
Recibe un abrazo de acogida y vuelve cuando quieras.

belijerez dijo...

Cuánta rabia guardada ralló nuestro cerebro, nuestra memoria no reconocida hace que lloremos en un duelo interminable.


Un beso.