miércoles, 31 de marzo de 2010

MIÉRCOLES SANTO


Miércoles Santo. Toca la Procesión del Encuentro. A mí me gustaba mucho… porque a mitad del desfile procesional, en la plaza ajardinada situada a la altura del Colegio de los chicos, tenía lugar lo que a mí me parecía una escena teatral de solemnidad. El escenario era una calle que cerraba la plaza por uno de sus lados. Los protagonistas del acto, Jesús Nazareno y la Verónica. No sé si recordáis quién es la Verónica. Aquella mujer que se dirigió a Jesús, en su recorrido hacia el Gólgota con la cruz a cuestas, y le acercó un paño a su rostro, quedando éste impreso en la tela. La Santa Faz .Pues bien. Cada miércoles santo se representaba este encuentro.


Como las imágenes ni hablaban ni se desplazaban por ingenio alguno, el párroco de turno solicitaba ayuda a la Diócesis que acostumbraba a enviar un sacerdote sobresaliente en declamación y oratoria, que era el encargado de relatar el hecho a cuantos asistíamos a la procesión. El sermón del Encuentro, lo llamaban. Y era una incógnita quién sería el narrador y cómo lo haría….si podría igualar o superaría al sacerdote que había sermoneado el año anterior y que lo había hecho estupendamente…si se quedaría corto el hombre… Siempre se hablaba de ello en los días previos al acto. Entonces se tenía muy en cuenta la capacidad de oratoria de los curas. La forma de declamar podría influir decisivamente en la convicción del oyente. La palabra cobraba más importancia en todos los campos. Era la radio el medio cotidiano de adoctrinamiento. No había tele en el pueblo todavía. Pero a lo que iba...


El sacerdote tenía su púlpito en uno de los balcones de la fachada de la casa que ocupaba toda la calle. Era un balcón volado en forma semicircular. La reja que lo cerraba estaba cubierta por una tela aterciopelada de color morado ribeteada en un tono amarillo oro. Los colores de la Cofradía de Jesús Nazareno. Mi abuela y yo éramos cofrades. Y por eso al llegar estas fechas, íbamos a recoger las velas que nos correspondían y el programa de actos de toda la semana a la tienda de Andrés, que era también el encargado de cobrar los recibos mensualmente. Esas velas encendidas eran las únicas luminarias que alumbraban el desfile procesional junto con la escasa luz de las estrellas y la de la luna de turno.


La procesión estaba muy bien organizada. Unos cofrades, con el hábito de nazareno y una vara en la mano en forma de cruz, se encargaban de dirigirnos a todos cuantos participábamos en ella. Las mujeres en fila ocupando las aceras. Los hombres, también en fila ocupando la calzada como protegiendo a los pasos. En ésta sólo participan cuatro: La Dolorosa, San Juan, Jesús Nazareno y La Verónica. Varios cofrades se turnan para apoyar las andas sobre sus hombros y hacer más ligero el peso de la carga, aliviándose en el cambio.


Al llegar a la plaza los jardines están totalmente ocupados por sillas. Todas distintas. Porque aquellas personas que quisieran escuchar el sermón sentadas habían tenido que ocuparse de llevar la silla a media tarde y procurarse un lugar más o menos privilegiado. Mi abuela y yo éramos de las más madrugadoras. Al finalizar la procesión acudiríamos a recuperarlas. Así que, según lo previsto, nos sentábamos a escuchar manteniendo la vela encendida. Me seducía el olor de la cera al derretirse…Y el sermón comienza.


El sacerdote va desgranando el relato en el que tiene lugar un primer encuentro entre San Juan y la Dolorosa. La escena se lleva a efecto en la calle en la que está el púlpito y hacia la que están dirigidas todas las miradas. Para que esto pueda ocurrir, los cofrades que portan los pasos de las imágenes se encuentran descansando con el paso posado en el suelo en las dos calles laterales, perpendiculares a aquélla en la que se representa la acción, y paralelas entre sí. De tal forma que cuando el sacerdote hace mención a San Juan, éste entra con solemnidad por un lado de la calle-escenario mientras La Dolorosa entra por el lado opuesto teniendo lugar el encuentro en el centro. Después, en el desarrollo del relato llega Jesús Nazareno y la Verónica avanza hacia él.


Pero hete aquí, que un buen miércoles santo los cofrades que portaban a la Verónica decidieron calmar su sed en el bar de Avelina, próximo al lugar. Y aunque durante la procesión todos los bares permanecían cerrados y completamente a oscuras, no estaban vacíos. Los portadores de la Verónica se despistaron y no escucharon las sucesivas llamadas del sacerdote reclamando la presencia de la misma. Tuvo el hombre que hacer sus pinitos para continuar hablando intentando que la Verónica “escuchase” y el pueblo permaneciese también a la escucha sin percatarse de que algo anómalo estaba ocurriendo. Pero no fue posible. El retraso de la Verónica era algo inusual. Tardó la imagen en aparecer el mismo tiempo que alguien corrió a buscar a los sedientos hasta el bar de Avelina. Y aparece, al fin, dando tumbos y al trote desplazando el paño de la Santa Faz a un lado y a otro, fruto de las prisas...


Supongo que al magnífico orador le sirvió la experiencia más que un máster en oratoria. Algunos asistentes nos lo pasamos muy bien aunque las risas se contuviesen. Casi todo el mundo suponía lo que estaba ocurriendo y no dejaba de tener su gracia aunque no a todos se la hiciera. Tocaba estar de luto. Y externamente lo parecía… Porque también entre nosotros había buenos actores.


Karen Dinesen

martes, 30 de marzo de 2010

PASEO VESPERTINO


Batea en la cara el viento. Es fresco. Me despeja el rostro. Son embates que aportan frescura que desentumece y estira. Está lejos de ser ese viento frío y húmedo que encoge, hundiendo el cuello entre los hombros. Éste es viento de Marzo y ya se encarga el mes de distinguirse.

El cielo luce un gris azulado porque es sutil el velo que lo agrisa. Tan sutil que sólo lo cubre a trozos dejando tramos descubiertos por los que se intuye el sol que siluetea las nubes con unos tenues bordes luminosos.

Camino pisando verdes sendas, suelo empedrado y roca, con pasos enérgicos, agarrándose bien la suela de mis botas, facilitando el ascenso de la suave pendiente que me lleva desde la hierba hasta la caliza, alcanzando la altura suficiente para recrear mi visión en el valle que se abre a mis pies. Aunque el frío invierno no permitió el temprano despertar de las flores, pueden ya verse los verdes salpicados del amarillo de las flores del diente de león, de los puntitos blancos de las margaritas silvestres, desdeñadas por el gentío y a las que yo adoro por su osadía al ser las primeras en lucir su tronío.

En las veredas abundan las matas de las primaveras, dotadas de un tono privilegiado, amarillo claro y luminoso a la vez, que facilita su distinción a distancia a modo de indicadores del camino. Y ésas diminutas, parecidas en tono y forma a la genciana que se agolpan formando amplias manchas de un azul intenso. En las ramas de algunos árboles despuntan los brotes. Y en algún arbusto la hoja, incipiente, pequeña, tierna en textura y color, ya se contonea. Los espinos empiezan a florecer cubriendo sus ramas con racimos de aromáticas florecillas blancas que acabarán ocultándolas por completo. Aisladamente, plantados en alguna de las fincas colindantes del camino, aparece un ciruelo japonés o una “pescal” desgarbada engalanados de flores rosáceas.

Durante todo el recorrido me acompañan los trinos de los pájaros que difícilmente se dejan ver. Los oigo, los sitúo aproximadamente por la procedencia de su canto, me detengo y escudriño entre las ramas aún desnudas entre las que se camuflan extraordinariamente. Oigo con claridad el trino de un petirrojo en un árbol cercano. Es uno de los pocos cantos que identifico junto con los del jilguero y el mirlo. Busco el rojo y lo encuentro. Apenas unos segundos se enseñorea luciendo pecho. El tiempo suficiente para permitirme el disfrute.

El aire sigue dándome en la cara y agitándome el cabello. Es fresco. Me despeja el rostro. Y me limpia el alma. Permanezco a la espera del viento del mes que llega...Abril...Que no nos lo roben...


Karen Dinesen


lunes, 29 de marzo de 2010

UNOS MINUTOS CON MI ABUELA

"La libertad guiando al pueblo" (Delacroix)
Ayer, después de relatar los acontecimientos marianos que caracterizaban los meses de Mayo de mi infancia, le dediqué un tiempo a mi abuela. Pensaba que cuando me preparaba el ramillete de dalias y gladiolos habrían transcurrido unos veinte años y alguno más desde el final de la guerra civil. Y ya lo dice el tango…veinte años no es nada…En casa la guerra no sólo no se había olvidado sino que era tema de discusión y debate entre los hombres de la casa (CNT/ PC), y un periodo repleto de recuerdos para mi abuela…Recuerdos que de vez en cuando desgranaba alguna tarde de invierno en la que me contaba algún hecho anecdótico, para cuyo relato le daba permiso la cordura que siempre la acompañó.


Procuraba evitar que yo sufriera las consecuencias de lo mediatizados que ellos estaban por sus vivencias. Pero, de la misma forma, siempre puso voluntad para que yo no ignorase mi historia más directa: La de mi familia. Cada uno ponía su granito. Mi tío me enseñaba la Internacional acompañando el rato de un discurso que pretendía explicar el por qué del contenido. Bareto con sus habituales improperios anticlericales motivados por algo que había leído escuchado. O simplemente oyéndome a mí relatar mis experiencias colegiales. Pero allí estaba mi abuela para hacerles callar si consideraba que sus excesos podrían dañar mis oídos y, lo que es peor, afectar a mi entraña.


Y ella explicaba el por qué de la necesidad de saber cuándo convenía hablar o no, sin renunciar nunca a nuestro pensamiento. Y tendríamos que luchar con inteligencia y no dejándose llevar por las pasiones… o por la ofuscación mental que le producía a Bareto el coñac que le acompañaba las tardes de los domingos en las partidas de dominó para, posteriormente, dirigirse risueño a pegarle la hebra irónicamente al teniente de la Guardia Civil a riesgo siempre de acabar en el “cuartón”. Así se denominaba entonces a lo que hoy diríamos “comisaría”. Ella, que era tremendamente apasionada, nos daba a todos ciento y vuelta en el control o reconducción de las pasiones. Sin embargo, su pasión estaba presente en todo cuanto hacía aunque la envolviese en paño. Desde ponernos al hilo, si era preciso, hasta preparar la masa para las galletas aprovechando las natas de la leche o confeccionándome en un abrir y cerrar de ojos un vestido para una función teatral. No obstante, tenía claro que para conservar las prioridades de aquello en lo que creía y defendía era necesario tragar algún sapo. Para que no se le atragantasen, cantaba. Mucho y a viva voz. Y con la copla se iba el veneno.


El objetivo prioritario de mi abuela eran mis estudios. Me decía con frecuencia que el estudio me daría una futura independencia personal. Y me lo explicaba con ejemplos de claridad meridiana. Que el ser primaba sobre el tener…Que el estudio podría proporcionarme un trabajo agradable…Y que nunca dejase de trabajar bajo ningún concepto. Añadía como remate que la independencia personal pasaba por la económica.


Y ella tenía muy claro que la Institución Libre de Enseñanza no tenía nada que ver con las Carmelitas de Vedruna. Pero también sabía que el terreno que pisaba era el del nacionalcatolicismo. Y no había posibilidad de pisar otro. Así que habría que intentar recorrerlo evitando, en la medida de lo posible, llenar los zapatos de mierda. Y lo hizo muy bien. Nunca renunció de su condición de viuda republicana, incluso habiéndose casado en segundas nupcias. Y se sentía tremendamente orgullosa de mi abuelo y de sus hijos. No obstante, eso no le impedía tener una relación cordial con la Hermana Benita, a la vez que se relacionaba abiertamente con todos los que, al igual que ella, habían sido represaliados y lo seguían siendo por su condición política.


Era una luchadora nata. Durante el tiempo que mi abuelo permaneció preso, llamó a puertas de todo tamaño y condición para lograr el indulto que nunca llegó. Luchó, ya viuda, para sacar a sus hijos adelante de la mejor forma posible en un contexto adverso. Luchó después por sus nietos.


Desarrolló a su manera su dimensión religiosa, provocada por sus inquietudes que nunca la abandonaron aunque era una crítica feroz con la Iglesia en su alianza con el franquismo. Siempre afrontó lo religioso con la misma naturalidad con la que preparaba los garbanzos del domingo. Cumplía con la misa dominical, a la que acudía sola o en mi compañía. Y, por supuesto, vivía todos los rituales de la Semana Santa en los que yo la acompañaba y disfrutaba a pesar del luto riguroso que reinaba en el ambiente. Desde la bendición de su laurel y mi palma, hasta la procesión del domingo de Resurrección.


Jamás Bareto pisó el espacio interior de un templo. Pero su anticlericalismo no estaba reñido con el respeto por esta actitud de mi abuela. Hasta el punto que no tenía inconveniente alguno en acompañarnos hasta el pórtico o ir a buscarnos a la salida de la ceremonia de turno. Por eso no resultaba raro verle subiendo la cuesta de la iglesia en compañía de mi abuela y de mí misma, camino de la procesión del Domingo de Ramos, dejarnos en la puerta y “volver pàl centro de rompedor” .Vendría después a nuestro encuentro al finalizar la misma. Ahora tocaba el vermú. Y a continuar luciendo mis lustrosos zapatos de charol…

Karen Dinesen

sábado, 27 de marzo de 2010

CON FLORES A PORFÍA...


La primavera fue siempre para mí un signo de esperanza. Sólo unos meses para acabar los grises días en el colegio y que la luz los inundase por completo con la llegada del verano.


Yo no sé si a todo el mundo le pasa lo mismo que a mí. Aunque procuro sacarle el jugo al instante, éste es más jugoso si la expectativa de futuro es un horizonte con olor a azahar de extensos campos de naranjas. Pues a mis primaveras infantiles les pasaba eso. Iban quedando atrás el frío, los nublados cielos que restaban luminosidad al día, los arboles a los que la ausencia de hojas les restaba ánimo y divertimento…


Los pláganos que flanqueaban la calle en la que se encontraba el Colegio empezaban a verdear. También asomaban las hojas en los inmensos negrillos de la carretera que recorría a diario hasta casa, deteniéndome un ratito en la carpintería del hijo de Manolo el guardia. Era un muchacho joven y divertido que siempre tenía alguna palabra agradable para cualquiera que hasta allí se acercase. Eso me permitía pararme un tiempo en aquel lugar abierto a la calle, en el que no recuerdo puertas, y dejaba que penetrase en mi pituitaria el olor intenso a serrín que cubría el suelo por completo mientras él seguía dándole al serrucho o al cepillo.


Continuaba mi camino hacia casa deshaciendo los racimos de jaculatorias que formaban parte de alguna promesa de aquéllas que hacíamos los primeros viernes de mes o con motivo del mes de Mayo.


Era éste un mes de una intensa actividad mariana. Recuerdo una iniciativa de la hermana Esperanza, mi tutora del curso previo al comienzo del Bachillerato: Ingreso. Así se denominaba al curso. Curso de ingreso. Pues a lo que iba. Detrás de su mesa, en un lugar elevado para poder ser visto desde cualquier ángulo de la clase, en la pared, sobre una peana había una imagen de la virgen bajo el aspecto de María Inmaculada. La Hermana Esperanza nos pidió a cada una de las alumnas una fotografía, tamaño carné con la intención de colocarlas en torno a la imagen. Pero no de forma arbitraria o dispuestas cuidadosamente con el único fin de ornamentar…La idea de la Hermana consistía en ir colocando las fotos en semicírculo a uno y otro lado de la imagen, situándolas más próximas o alejadas de la misma en función de los méritos que hiciéramos a lo largo del día. Aquello podía convertirse en un juego de oca o parchís. Foto adelante, foto hacia atrás en la revisión diaria de nuestro comportamiento en el que se incluía el éxito o fracaso obtenido igualmente en el trabajo. Que te sabías la lección del día, no tenías faltas en el dictado, hacías bien las cuentas y no habías hecho jugarreta alguna mientras tu boca permanecía cerrada y se abría únicamente para responder sumisamente a las preguntas de la Hermana…cuatro puestos hacia arriba. Que ninguna de estas cosas, la foto no se movía de los puestos inferiores. Yo entonces era dócil y responsable. Mi foto alcanzó un digno lugar justo al ladito de la imagen.


En el patio, en un rincón de la zona ajardinada que cuidaba con esmero la Hermana Victoria, había otra imagen de la Virgen. El 13 de Mayo, si el tiempo lo permitía, después de rezar el rosario realizábamos una procesión cuyo itinerario nos hacía pasar una a una por delante de la imagen e íbamos avanzando, cantando el “Venid y vamos todos con flores a María” mientras depositábamos flores o nos deteníamos a recitar alguna poesía ensayada una y otra vez para declamarla con la solemnidad que el momento exigía. Además de los rituales que las monjas planificaban con el fin de convertir el mes de las flores en el mes de la Virgen, las jaculatorias, compromisos, promesas y reflexiones aumentaban significativamente en número e intensidad respecto al resto de los meses que constituían el curso, en el que no faltaban los “primeros viernes”, la cuaresma y los ejercicios espirituales, además de lo cotidianamente establecido como ordinario: la misa al comienzo de la jornada y el rosario al final de la misma.


Mi abuela contribuía a que todo fuera según dictaban las normas, cortando algunas de las dalias y gladiolos que habían florecido en el patio de la casa de mis padres para poder hacerme un hermoso ramillete y completar las ofrendas…


Pero todo esto quedaba enmarcado en la proximidad del final del curso. La expectativa traía aroma a azahar y yo le exprimía el jugo al instante mientras departía con el carpintero de camino a casa y me dejaba impregnar por el olor del serrín…

Karen Dinesen
Imagen:www.mundofotos.net

jueves, 25 de marzo de 2010

MI BICICLETA


Cuando tenía 14 años y la vida me aplastaba no pedía nada. La opresión no sólo silueteaba mi cuerpo sino que rellenaba hasta el más mínimo hueco de la entraña. La sensación que esto me producía era una contradictoria ausencia de sensaciones por estar saciada de ellas, enrollada en una confusa madeja, ofuscada el alma por la angustia que no sentía como algo ajeno. Todo mi yo era ella. La angustia con patas.


En esos momentos sólo intentaba quitarme de encima la losa. Las manos hacían de guía. Pero eran mis piernas las que ponían en fuga a cualquier buitre que merodease en busca de posible carroña. Mis delgadas piernas y mi bicicleta. Ésta fue siempre mi más fiel aliada. Una simbiosis de Rocinante y rucio que me conducía a buscar la armonía entre los sentimientos y la razón permitiéndome tomar la distancia necesaria para que esto pudiera ser posible.


Unas veces seguía la carretera río arriba hasta una vega .Y allí, a la altura de un puente, en un recodo del riachuelo, dejaba mi bicicleta en el suelo y paseaba por la orilla con la vista puesta en ninguna parte mientras dejaba que el viento suave o recio fuese diluyendo la cobertura plomiza de la piel para traspasar poco a poco la frontera del cuerpo hasta llegar al alma y sentir el alivio de la frescura. O sentada en una piedra me dejaba llevar por el sonido de la corriente y el fluir de las aguas transparentes que me permitían ver el fondo del cauce mientras el placer entraba por los sentidos hasta encontrar igualmente el fondo de mis entretelas y empaparlas. O simplemente me dejaba caer en la hierba sintiendo la placidez que da su cobertura a la tierra en mi contacto con ella, y mi vista se entretenía dando forma a las nubes y haciendo con ellas coreografías que bailaban al son de las melodías que tarareaba internamente.


Otras veces pedaleaba carretera arriba del vertedero hasta sobrepasarlo un par de kilómetros. Y la aparición casi repentina de la impresionante visión de la ría me alejaba de aquello que me agrisaba y nublaba la vista, trasladándome lejos de la frontera del espacio y el tiempo que determinaban las coordenadas del día. Me apeaba de la bici, me sentaba a contemplar aquello en una piedra trabajada, esculpida como asiento, que estaba allí probablemente con la finalidad de poder hacer lo que yo hacía entonces. Abrir bien los ojos y todos los poros de la piel para facilitar que aquella estampa penetrase, desplazando el lugar que ocupaban los pesares.


En abundantes ocasiones mi rumbo tomaba el del camino de la playa…Pasear por la arena al atardecer… con el sol a la espalda… viendo proyectada mi sombra alargada… marcando la huella y levantando la vista para lanzarla al horizonte, mientras el mar se dejaba querer, pidiendo abrazos y dando arrullos. Sin más testigos que los pinos cercanos, entre los que me dejaba caer posteriormente sobre el lecho de agujas que cubrían el suelo, para espantar los agobios mientras veía retazos de cielo a través de las copas de los árboles.


Así aligeré los pesados fardos en repetidas ocasiones. Aún sigo haciéndolo.


Sólo tengo un temor…Espero que nadie me quite mi bicicleta….por favor…


Karen Dinesen

sábado, 20 de marzo de 2010

A LA ESPERA...

"Esperando la inspiración" (Hajjar Mila)

Decía la Mére Inés, mujer enérgica que ejercía de madre Superiora en el Colegio que vio el despertar de mi adolescencia, que “el aburrimiento es la enfermedad de quiénes tienen el alma vacía y la inteligencia sin recursos”.


Me sentía yo identificada en esta aseveración. Los estudios, mi imaginación, mi familia (que la verdad sea dicha no daba tregua)y la melancolía que ocupaba los espacios que me quedaban , llenaban mi tiempo sin dar lugar a que el aburrimiento llegase ni al umbral de mi piel. Mucho menos al blindaje de mi entraña. En más de una ocasión me habría gustado poder aburrirme, tumbada en la cama con cara de hastío contemplando las moscas que seguro compartían espacio conmigo aunque el velo de mis ocupaciones me impidiera caer en la cuenta de su existencia.


En el Colegio el tiempo estaba milimetrado. Nos levantábamos a las ocho casi a toque de corneta. Las palmas de la Mère Asunción surtían el mismo efecto. Deprisa a la ducha, lavado rápido de boca, apenas un breve repaso al pelo con el secador que no permitía el secado completo, recoger el pelo en cola o trenzas, calzarse , procurando que los calcetines aguantasen estirados hasta el repaso de la Mère, y por último, ponerse encima el mandilón , hacer la cama y dejarlo todo en orden antes de que el silbato sonase para hacer la fila a las 8:30 h.; después de dejar recogida en un extremo la cortina de la celda (así llamábamos a nuestro habitáculo) para que pudiera la Madre darle el repaso a las habitaciones en aquel amplio espacio del dormitorio, recorriendo ella el pasillo central mientras miraba a un lado y a otro buscando algo que diera lugar a la llamada de atención de turno si alguien se había olvidado de guardar en el armario las zapatillas o el neceser.


Desde ésa, la última planta del edificio, hasta el comedor situado en un semisótano abierto a un patio interior con amplios ventanales, bajábamos en fila y absoluto silencio por una ancha escalera de madera con barandilla de metal dorado y brillante en uno de sus lados, dejando en la bajada los pasillos que conducían a las aulas, a la capilla, a la sala de estudio o a los despachos de la Superiora y de la Jefa de estudios o los adjudicados a la Administración o a la Secretaría. Y, ya a la altura de la calle, el hall de la entrada desde el que se accedía también al patio.


Siempre fue el desayuno para mí el mejor momento del día en cuanto a comidas se refiere y lo disfrutaba a tope. Café, acompañado de un bollo de pan recién salido del horno en el que untaba mantequilla y mermelada casera. Mère Teresita y Felisa, que se ocupaban de la cocina, cocinaban como los ángeles. Hacían una tarta de manzana que nunca comí otra que la igualase.


Del comedor a la sala de estudio. Un amplio espacio al que llamábamos “El Pilar”, para abreviar, ya que éste era el nombre que figuraba en una placa situada en la parte superior del marco de la puerta. Allí las aulas también tenían nombre. Iban llegando las alumnas externas de 5º, 6º y PREU a aquel lugar común en el que se cambiaba el abrigo por el mandilón en la percha que tuvieran asignada. E internas y externas íbamos tomando asiento en el pupitre que se nos había adjudicado al comienzo del curso. En aquel lugar no se impartían clases. Era el sitio de reunión a la mañana para realizar la oración, coger los bártulos que necesitaríamos a lo largo de la jornada y repartirnos por las aulas de Literatura, de Historia, de Idioma (francés por supuesto) , de Matemáticas o Latín …era lugar de visita a la hora del recreo para cambiar los libros por las galletas y de nuevo al final de la jornada para rezar de nuevo, cambiarse las externas para ir a casa y acomodarnos las internas y mediopensionistas para un estudio que sucedía a un breve espacio de tiempo de relax en el patio, y precedía a la hora de la comida….Era éste un momento emocionante….


Mientras íbamos tomando asiento, llegaba la Mère con un fardo de cartas que constituían el correo del día. Se sentaba en su silla entronizada junto a la mesa en la cima de una tarima con tres peldaños, para desde esa altura poder otear bien todo el espacio a sus pies: y a renglón seguido, con un abrecartas abría, para posteriormente pasar a leer una a una, todas las cartas de las que las alumnas internas éramos destinatarias. Lo hacía de manera ostensible, imperiosa…y lo que a mí me parecía una violación de mi intimidad y un abuso de autoridad, ella lo valoraba como un deber para evitar que llegasen hasta nuestras ingenuas mentes ideas perniciosas que provocasen en nosotras desviaciones de la recta moral. Pero la picaresca traspasaba las paredes del Colegio... Un falso domicilio y la generosidad de una compañera externa nos resolvía la situación.

Karen Dinesen


…………………………………………………………………………………………………………………………………………………
P.D. Fue de nuevo la frase de la Mére Inés quién hizo que yo pariera estas líneas, después de dedicarle un tiempo a "El Pentateuco de Isaac" (Angel Wagenstein), sin ninguna otra intención que la de no mantenerme aburrida, a la espera de que el gris de la tarde se tornase multicolor. No parece que el milagro haya ocurrido. Pero os aseguro que, una vez más, el aburrimiento no encontró paso por mi camino.

viernes, 19 de marzo de 2010

FUE UN ALIVIO...


Gracias Karen. Me vino bien la crítica. No voy a decir que también las propuestas porque ya las había probado casi todas. Menos la del vecino del quinto que es un señor entrañable, viudo y se encuentra el pobre en la antesala de la ancianidad. Y a estas alturas las únicas prótesis que pueden colocársele son las de las caderas y ajustarle de vez en cuando las de la dentadura. No creo que, aunque pusiese el hombre voluntad, me garantizase una réplica del Richard Gere…Así que ni se me pasó, la verdad.


Lo del colega de trabajo…psss…es que aunque escudriñando en el abanico de posibilidades encontrase alguno, sería imposible desprenderlo de la cartera con las programaciones, las evaluaciones, el material curricular (libros y alguna cosa más… para entendernos)…Y qué queréis que os diga! ¡ Me corta toda posibilidad de morbo y así no hay forma de que la pasión haga presencia! Se muestra escurridiza y traidora. Que si esto, que si lo otro…no. No me sirve tampoco.

En cambio, ése que yo sólo sé, va conmigo a todas partes. Como un tatuaje, oye. Soy incapaz de desprenderme de él. ¡ Y mira por dónde! Igual lo que necesito es una receta para poder desdibujarlo de vez en cuando. La próxima vez mejor encaminas por ahí las sugerencias…

Lo que si me encantó fue el video de la Lola y su Zarzamora…¡La escuché un montón de veces hasta que me la aprendí! Y ese aire que marca la Lola con el abanico, los taconazos y los aleteos a los volantes…! Ni que decir tiene que fue lo que mejor me vino. Saqué del arcón una falda larga de vuelo, me coloqué un mantón de imitación de artesanía de encajes que me compré en los chinos, me puse los tacones que llevo a las bodas… y con un abanico que guardo como oro en paño, herencia de mi abuela, puse el youtube a todo volumen y una y otra vez iba y venía por el Café de Levante entra palmas y alegría cantando la zarzamora. Eché fuera toda la pasión acumulada y se fue la tristeza por el camino verde que va a la ermita. Pero me temo que volverá. Siempre vuelve…

¿Será cuestión de montarme una tarima en un rincón de la sala y darle al repertorio que aprendí de mi abuela mientras colgaba la ropa y le lavaba la cara a la casa…?Mientras usurpo la identidad de la farándula del “coplerío” se van los pájaros de la melancolía y se quedan conmigo los de la añoranza…que no es lo mismo aunque sean parientes… a éstos los pongo yo a vivir con el recuerdo de mi abuela.

Pues nada! Gracias por todo. Yo no puedo prometeros que no vuelva la melancolía cualquier día en forma de soneto aunque no alcance el porte de la de Las Camelias…Una alcanza una edad en la que no es fácil pegarle un giro a su sentir ni a su expresar...

Entretanto y para que no os desacostumbréis os dejo un tatuaje… (no es el que yo llevo a cuestas pero pesa casi lo mismo…)





Karen Dinesen (de los Dolores)

miércoles, 17 de marzo de 2010

RESPIRA UN POCO, ANDA...


¡Karen Dinesen de los Dolores, ya está bien, rediez!!


Deja ya de lamentarte de una vez por todas que estamos un poco hartitos de tus males de amores. Es que además eres una triste melindrosa lamentándote. Mira cómo lo hace El Cigala. ¡Eso sí que es un lamento que llega al alma! Que hasta se acompaña con las palmas para imprimirle ritmo al llanto. Y la garra que le pone desgarrándose…O al menos podrías aprender de la Dama de las Camelias, caray! Que le da elegancia y distinción a la melancolía. Pero tú o te pasas o no llegas…

Y es que esto de ser melancólica tiene su punto. Y de no dar con él, mejor cambiar de opción. Yo comprendo que una triste como tú no va a convertirse en un santiamén en los doce cascabeles que lleva mi caballo. Pero fíjate bien. Que tienes recursos, encanto. ¿No dices que puedes amar eternamente a un ausente?...Y que no necesitas ver, oír ni tocar como esos monos sabios japoneses del santuario de Toshogu..? Pues ¡qué más quieres bonita!

Mira. Voy a darte una idea. Te vas a un videoclub y te llevas a casa la Pretty Woman. No dirás que el Richard Gere no te pone…Disculpa. La expresión igual no es acorde con tu forma etérea de ver las relaciones amorosas. Quiero decir que su mirada…su sonrisa…seguro que te hace cosquillas en la entraña. Te pones cómoda en el sofá. Echas a volar tu imaginación de la que parece que andas sobrada. Bueno igual tienes que andar muy sobrada para suplantar a la novia de América.¡ Pero que te echen a ti Juliasrobert! Que no necesitas tener tú boca maravillosa para hacer brotar sonrisas embaucadoras de ésas que salen de dentro. Pues eso. A lo que iba. Te pones en el papel de la Pretty “prota”…¡ y a ser feliz! Que no te va el Richard Gere…¡Pues mira que no hay elenco! Brad Pitt…George Cloony…

Y además éstos…¡en tres dimensiones y sin gafas especiales! …Claro que el Museo de Madame Tussauds queda un pelín lejos de casa. Pero siempre puedes ir hasta Londres y darte una alegría al cuerpo en las rebajas de Harrods. ¡Qué ideas te sugiero querida! Pues mira que no tiene Londres cosas que ofrecer para quedarse con la horterada de Harrods y el (uuuuuu) tenebroso Museo de Cera. Que a mí esto de la cera me da frío, falta de luz y espanto. Será la ausencia de vida en tantos como allí habitan, oye…No es buena idea ésta. La de las “pelis” mucho mejor.

¿Y qué me dices de los libros? Ahí puedes hasta moldear el personaje a tu imagen y semejanza dándole unos matices personales al modelo que el escritor te ofrece...Mejor que en las "pelis"!! Que puedes pararte en un instante clave y recrear y recrearte. ¿Qué te parece?...

Oye, mira preciosa. Y ya puestos, si no acaban de convencerte las propuestas que te hago, pues te traes a la mente al vecino del quinto, al colega del trabajo, o a ése que sólo tú sabes y todos los demás ignoramos y te pones unas coplas de la Piquer, de Juanita Reina o de la Lola. Que están llenas de amores pletóricos, de amores platónicos, de amores de ensueño, de amores apasionados, de amores reñidos, de amores frustrados…¡Vamos, que ahí sí que tienes dónde elegir…! Y al menos los vives a ritmo de castañuelas y temperamentales vuelos de falda de faralaes, hija. Les das un poco de aire y nos oxigenas a los que te queremos. Que es que nos tienes pelín asfixiados…Venga! Prueba y me cuentas.

Karen Dinesen (la otra)



martes, 16 de marzo de 2010

CONTRADICTORIO...ES NOTORIO...

"Molinos de viento en la marisma" Emil Nolde

Acariciarle, quimera.
No le veo ni en pintura.
Escucharle una aventura.
Mi víscera desespera.
La pasión del amor dura
si se nutre de la espera.
La locura se acelera...
Se obnubila la cordura...
El paso de esta escalera
o te supera o te cura.

(P.D. Porque permanece ausente
le amaré yo eternamente)


En algún lugar leí
sobre el peligro de hacer
cumplirse las ilusiones.
Pues si aquello que soñé
se convierte en realidad,
más que un sueño que logré,
es ilusión que perdí.



¡Qué carajo estoy diciendo!
¿No me paso yo la vida
embobada y embebida
ilusiones persiguiendo?
Necesito unas lecciones
para mis contradicciones.


Abrazos
Karen Dinesen

sábado, 13 de marzo de 2010

MIGUEL DELIBES




"Los santos inocentes" o "Cinco horas con Mario" han permitido el acercamiento de la obra de Delibes a la inmensa mayoría de los amantes del cine y del teatro que probablemente lo serán también de la literatura. Si ello ha servido para incrementar, no sólo el número de conocedores de su obra sino también el número de lectores, eso que han ganado.
Las últimas horas que pasé con Delibes a través de su obra fue hace ya algunos años con las aventuras de Cipriano Salcedo por la España de Carlos V y la Contrarreforma: El hereje. Es una novela que encandila. Debo yo reconocer mi inclinación hacia la novela histórica. Pero el género en sí mismo no es siempre embriagador. Delibes sí lo es. La mezcla, en esta ocasión, es un auténtico placer y disfrute para el lector.


No es tu partida,
por esperada,
menos sentida.

Pero “tu ausente”
sigue con vida…
Sigue latente.

En tu obra vives
y estás presente,
Miguel Delibes.
Eternamente…

Karen Dinesen

jueves, 11 de marzo de 2010

OLVIDAR...¡quimeraaaaa!



Soneto místico de amor humano

Junto al inmenso orgullo de quererte
y la espantosa pena de dejarte,
la certeza fatal de no olvidarte
y el temor de llegar a aborrecerte,

complica la amargura de mi suerte
tu crueldad que me obliga a abandonarte;
solo quiero vivir para llorarte
y el dolor de partir me da la muerte.

Orgulloso de ser tu enamorado,
al verme de tu amor abandonado,
a mi Dios olvidarte no le pido

que si el olvido fuérame otorgado,
muriera de olvidarte avergonzado,
igual que muero porque no te olvido.
Felipe Sassone

martes, 9 de marzo de 2010

SOBRE LA LIBERTAD...



Lo mejor que podría hacer para dar respuesta a este título sería escuchar a Serrat y cargarme las pilas. “Para la libertad sangro, lucho, pervivo……”

Sin embargo, lo que pretendo es hacer una breve reflexión al hilo de un comentario leído hace unos minutos en un blog, en el que uno de los comentaristas refería como él había soñado hace un tiempo e incluso llegó a creerse que en España existía una libertad total, y comprobaba con cierta decepción que aquello se quedó en un sueño a medias.

Es la Libertad uno de los valores más preciados del ser humano. Y para ayudarme en la reflexión echo mano de la RAE y me quedo con una de las doce acepciones que el diccionario contempla. Aquélla que me parece más adecuada considerando el comentario aludido en el párrafo anterior:


LIBERTAD f. Facultad que se disfruta en las naciones bien gobernadas de hacer y decir cuanto no se oponga a las leyes ni a las buenas costumbres.


Tomando como base de análisis la definición expuesta, yo me tomaría la libertad, valga la licencia de uso del término, de modificar la definición en lo que se refiere al tiempo verbal. Mucho más ajustado a la realidad si cambiamos “disfruta” por “disfrutaría”. Porque lo expresado por la RAE no deja de ser una noble aspiración que poco tiene que ver con el contexto que vivimos ya que no existen naciones bien gobernadas. Eso sigue siendo un sueño sin materializar querido comentarista. Yo no lo llamaría un “sueño a medias”. Sigue siendo un sueño pleno…pero sueño, amigo mío…


Hace tiempo que, si nos damos cuenta, más que de “libertad” se habla de “libertades”. Como si hubiera o hubiese clases distintas de libertad. Es la toma de conciencia, de quienes nos gobiernan, de la ausencia de libertad en la dimensión que su concepto implica.


Se intentan tomar medidas que supongan un acercamiento a la posibilidad de ser libre. Pero siempre habrá quien tome otras que boicoteen, limiten o impidan que aquéllas se lleven a término. La libertad de unos parece pasar por la reducción de “libertades” de otros. ¿Cómo puede hablarse de libertad dónde hay hambre, enfermedad… y falta hasta la esperanza que permita vislumbrar la posibilidad de eliminar tales lacras porque su aniquilación pasaría por la pérdida de privilegios de otros, injustos a mis ojos, pero a los que ellos consideran derechos adquiridos en un marco de libertad…?

Nos quedan las “libertades”…de expresión, de derecho al pataleo, de seguir soñando con la posibilidad de alcanzar la Libertad… única y en singular. Yo no renuncio al sueño que siempre tuve claro que fue tal, y sigue en ese estado latente de búsqueda de dejar de serlo para convertirse en una posible realidad. Porque si lo hiciera, el futuro, siempre escurridizo, acabaría por desaparecer incluso como horizonte.

Dándole vueltas al tema en una ocasión, llegué a la conclusión de que sólo la libertad goza de la dimensión que su concepción incluye. Es decir: sólo la libertad es libre, en la medida en que todo dios la desea pero nadie la posee. Pero como sueño es el más bello que yo soy capaz de concebir.


Karen Dinesen

lunes, 8 de marzo de 2010

AUTOREGALO




Me la dedico. (Podéis apuntaros si os place)

Karen Dinesen.

domingo, 7 de marzo de 2010

SUEÑOS...


"Salida del sol" Claude Monet

Sueña… Sueña aunque el sueño quede en sueño.
Sueña y será lo imposible improbable.
Sueña… Succiona el "im" y hazlo probable.
Sueña… Que en el soñar juega el empeño.

Sueña que vas a lomos del ensueño.
Sueña y haz el ensueño irrefrenable.
Sueña que puedes con lo imponderable.
Sueña… Que de tu sueño eres el dueño.

Sueña… Que el buen soñar es confortable.
Sueña… Que engrandecerás lo pequeño.
Sueña… Que evitarás lo inevitable.

Sueña… Y harás de las astillas leño.
Soy una soñadora irremediable.
Sueño… Sueño aunque el sueño quede en sueño...

Karen Dinesen

http://www.youtube.com/watch?v=FPlW1H9m4dc