miércoles, 17 de agosto de 2011

MI MADRE Y EL VIOLONCHELO


Aletargada bajo la sombra que procura el hórreo mientras escucho una versión para cuerda de las Variaciones Goldberg, fijo mi vista en la luz, alternando la que el sol proyecta en el suelo con la que despide el despejado azul del cielo, y me concentro en las evoluciones con que me deleita la música que emiten el violín , la viola y el violonchelo.

Habla el violín. Replica la viola iniciándose un diálogo ágil, divertido y melodioso. El chelo también interviene, pero su voz no encuentra la forma de introducir sus compases entre la animada conversación que mantienen el violín y la viola. Así que, sin renunciar a sus pronunciamientos, se enroca en un soliloquio que simultanea con el diálogo emprendido por sus compañeros de cuerda de tal forma que consigue acaparar mi atención al tiempo que no pierdo ripio del diálogo entre violín y viola. Un oído a dos y el otro a uno que se ha convertido en imprescindible en esta pieza . Sin la voz incansable del violonchelo como fondo no podría haberse logrado tal armonía.

Esta enajenación momentánea me trajo el recuerdo de mi familia. Mi madre y mi hermana me vienen a la mente. No podría decir cuál de las tres, entre las que estoy incluida, habla más y más deprisa. Cuando nos vemos siempre tenemos muchas cosas que decirnos. Así que apenas recibirnos con un beso, comenzamos a intentar intercambiar acontecimientos y vivencias entremezclándose unas y otras en una madeja que se enreda, hasta que mi hermana y yo centramos la conversación respetándonos la palabra la una a la otra.

Por su parte, mi madre, que también tiene siempre mucho que decir, comienza a hablar simultaneando su monólogo con nuestro diálogo sin lograr introducir su melodía entre los compases que las hermanas alternamos, cediéndonos la palabra el tiempo justo para tomar aire. Pero mi madre continúa incansable con su música de fondo, a la que uno de mis oídos presta atención mientras el otro está pendiente de no perder el hilo del fraternal diálogo que mantenemos mi hermana y yo. El diálogo “a tres” se convierte en una algarabía que no sería lo mismo sin el violonchelo de fondo.Sin su presencia la pieza musical se percibiría incompleta.

Salgo de mi aletargamiento y concluyo que debo darle más cancha a mi madre. Su perseverancia la ha convertido en imprescindible en las variaciones familiares.

K.D.


P.D.(Imagen extraída de Internet)

7 comentarios:

Anónimo dijo...

y quién es la madre? quién es la hermana? y quién es KD?, sería interesante saber quién es KD porque toca el acordeón, o el violín... o lo que sea, como los ángeles

Karen Dinesen dijo...

Gracias. Me complace que hayas disfrutado de la lectura.
Sería también interesante saber quién está bajo el anonimato.
De cualquier forma, un placer...

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

El anónimo apunta metáforas interesantes

Miner dijo...

Lo que mejor toca KD ye la pluma. La Chelo muy discreta ella, no ye capaz de introducir sus compases entre la Viola y la no Viola. Pero si hubiera tocado la trompeta, que ye lo que toca la madre de les neñes, otru Gallu cantaría=Placido Domingo (como me gusta tu nombre, siempre Domingo y además placido)
saludos

Karen Dinesen dijo...

Ganas de jugar,eh?...¡Ay,Luis Simón, cómo cuesta incorporarse al trabajo tras las vacaciones!!
Gracias por pasar por aquí.
Un abrazo.


Miner, lo tuyo ¿también son metáfores?...
Pues el abrazu que te mando no ye metafóricu.
Gracies por pasar.

belijerez dijo...

Esta te salió genial, barbara diría yo. Cuánto disfruto leyéndote!!!.

Besitos desde Osuna, donde estoy trabajando en verano. es un pueblo precioso, pero con una calor impresionante, imaginate en el centro de andalucía. Pero aun así estoy feliz. Insisto, Besitos.

Jose Ramon Santana Vazquez dijo...

Un placer leerte,muy interesante,un abrazo,J.R.