domingo, 8 de enero de 2012

A LA CAZA DEL OPTIMISMO (I)


Seguramente todos somos conocedores del dicho, atribuido a Delibes (?), que define al pesimista como un realista bien informado. No sé si podemos clasificar a las personas en optimistas y pesimistas, aunque el excelente estado de ánimo permanente de Luis Simón nos invite a pensar que sí.

Sin embargo, una menda se tiene a sí misma como ejemplo de análisis y observación. Si hago un repaso por encima a mi trayectoria vital puede decirse que voy perdiendo vitalismo en la medida en que los años se ponen encima. Y no sería extraño desde el propio análisis del contexto social en el que una se desenvuelve. Pasé de no saber nada y creer que lo sabía todo, a saber muy poco, pero suficiente para comprobar lo equivocada que estaba cuando pensaba que el conocimiento nos haría libres.Será que conozco muy, muy poquito y me falta trayecto para adquirir ese conocimiento que trae consigo la libertad. Será eso, digo yo... Si a eso sumamos que para este viaje llevo gastadas unas cuantas alforjas, la cosa no es como para lanzar cohetes.

No obstante, sin menospreciar lo dicho anteriormente, no siempre el estado de ánimo se corresponde ni con la edad ni con el contexto general. Y es que a veces la vida te regala un sueño, que diría Serrat. O un "sueñín"...y entonces se crea una burbuja a la que puedes acceder y, sin saber muy bien por qué, te hace ver de otro color lo que es inevitablemente gris. Es el ánimo que te anima el que permite darle pinceladas o brochazos de color. Y pasas de un estado pesimista a otro optimista. Lo que me hace concluir que el pesimismo y el optimismo son estados de ánimo circunstanciales.

Hay personas en el que las circunstancias permanecen inmutables favoreciendo un estado de equilibrio envidiable: la sidrina, el pinchín de picadillo, la familia, el coro, la genealogía...pueden con todo. Es cuestión de saber hacia dónde mirar. Algunos nacen con esta actitud incorporada y otros tenemos que adquirir ese aprendizaje. Sobretodo si nuestro estado emocional está sometido a los vaivenes de nuestra aldea global. Hace unos meses me hizo vibrar la revolución incruenta que se produjo en Egipto y que derrocó a Mubarak, y hoy no sé si echarme a temblar al ver los resultados del proceso electoral que se está llevando a cabo en ese país. Es un ejemplo de miles. Si mi interés sigue centrado en estos avatares, el animo sufre unas evoluciones de vértigo. Y claro, luego somatizo y el vértigo se vuelve contra mí.

Total: que si quiero adoptar una actitud optimista y que mi vitalismo no decaiga tengo que instalarme en la aldea individual y dirigir mi vista a lo que me ofrece...la música, la lectura, escribir de forma continuada y sin paréntesis, disfrutar con mis "peques" en el trabajo, conectar con más frecuencia con mi familia y amigos, hacer un alto para un trocito de chocolate y una mistela y procurarme, de vez en cuando, una burbuja dónde tenga cabida la ensoñación. La ración ya la tengo. Ahora sólo tengo que dirigir mis sentidos hacia ella.
K.D.

3 comentarios:

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Tengo que reirme, en el doble sentido de reir y reir (de mi).

Miner dijo...

La solución:"A la caza del optimismo II"

Alipio dijo...

Aunque solo fuese por egoísmo, ser pesimista no es rentable.

Saludos.