jueves, 23 de febrero de 2012

HOY


Las once de la mañana. Es hora de recreo. Estoy en el aula, apoyada en una estantería, dejándome mimar por los rayos de sol que entran por la ventana mientras degusto un trozo de chocolate y contemplo la Sierra del Aramo que se divisa en el horizonte, completamente nevada, en el marco de un cielo despejado.

Reflexionaba sobre los tres placeres de los que estaba disfrutando. O debería estar...Porque realmente quién me lo hizo notar no fue el alma sino la razón. Fue ella quién me estaba dando un repaso y exigiendo un tono corporal y anímico acorde con el instante. Me preguntaba por qué en otras ocasiones yo vibraba ante estos estímulos y hoy me limitaba a gozar del descanso en este contexto cuando interrumpió mis pensamientos el conserje. Tenía una llamada telefónica.

Bajé a la centralita y, una vez atendida la llamada, cuando me dirigía al aula ya volvían los niños del patio. Así que reanudé la clase y todo discurrió sin contratiempos hasta la hora de la salida a mediodía.

Me dirigía hacia el coche y una compañera me hizo notar que mi rostro expresaba cansancio. Ya era la segunda persona que me hacía este comentario a lo largo de la semana. Conducía en dirección a casa y le daba vueltas a la observación que me habían hecho. No estoy cansada, en el sentido de sentirme fatigada, agobiada, desbordada...Duermo mis horas y procuro que el tiempo no me atropelle. Y, sin embargo, yo también percibo el cansancio que inevitablemente asoma a la cara.

Concluyo, mientras me pongo en el plato la crema de calabacín, que una no puede andar haciendo sonar los doce cascabeles cuando ayer escuchaba en la radio a un representante de Cáritas hablar de los once millones de pobres que hacen que España esté encabezando el ranking de la pobreza en la UE. Y que la Reforma Laboral y los Presupuestos desaparecidos por el momento, tampoco suman alegría al pollo asado con ensalada que preceden al queso con mermelada que da broche a mi comida. Tal vez estas cosillas y el previsible aumento de problemas, como consecuencia, contribuyen a provocar cansancio. O tal vez no sea cansancio lo que mi rostro exprese sino derrota. Eso es. Vencida y desarmada como el Ejército Rojo es como me encuentro. El cansancio se confunde a veces con esta sensación de inerme.

Vuelvo al trabajo envidiándome a mí misma cuando no sabía dónde albergar el entusiasmo que era capaz de producir mi ánimo. Todo ello me produjo cierta desazón. Y en estas condiciones entré en la clase a las tres. Unas caras entusiastas y entrañables me reciben con algarabía para darme las buenas tardes. Algunos aún no habían llegado y otros estaban en el baño.

Cuando comenzamos la clase, ante el trabajo que les estaba proponiendo, me fijé con detenimiento en sus ojos, sus sonrisas, su disposición de ánimo, su receptividad y agradecimiento...La ansiedad que me producía comezón empezó a desaparecer. Voy tomando conciencia de lo afortunada que soy al poder compartir una parte importante de mi tiempo cotidiano con estas criaturas que llevan nueve añitos pisando este suelo endeble en un contexto de adversas condiciones, ciertamente...pero en el que, por el momento, ellos sólo siembran alegría y ternura. Yo puedo disfrutar de este sembrado y recoger algún fruto.


Noto que la expresión de cansancio en mi rostro va desapareciendo a la par que mis ojos se agrandan y adquieren brillo mientras esbozo una sincera sonrisa.

Tengo que aprender a mirar y poner mi vista en aquello sobre lo que pueda incidir.

K.D.

5 comentarios:

Luis Simón Albalá Álvarez dijo...

Si tenéis calefaccion, bien vais

:-)

Yo ahora estoy preocupado/indignado por este desvío de fondos de Valencia, otra vez utilizando una ONG. A veces se le quitan a uno las ganas de colaborar en nada

Miner dijo...

Me gustó esta entrada. Un saludo

Gustavo dijo...

Para completar el trío ferroviario.
Tienes buenos motivos para mantener viva la esperanza y también la ilusión: esos peques que tienen la vida por delante, a los que puedes ir orientando hacia la construcción de un mundo mejor.

belijerez dijo...

Hoy, aqui y ahora. Me alegro mucho de leerte, tu alegría es profunda aunque tu mirada compasiva sea comprometida.

Tus alumnos (y alumnas) tienen mucha suerte espero que sigas disfrutándola.

besitos cariñosos, amiga.

Karen Dinesen dijo...

Gracias a todos, amigos.
La pasada semana tuve ocupado mi tiempo libre en un asunto a tiempo completo hasta el punto de no poder dar respuesta a vuestros amables comentarios.
Abrazos para todos.