No siento envejecer. Tan sólo siento
que pueda apagarse el brillo en mis ojos.
Que hagan asomo en ellos los despojos
y la figura triste del lamento.
Que se queden sin luz y macilentos.
Que la vejez suponga el desalojo
del ánimo, el empuje o el enojo…
que quede disecado el sentimiento…
Que te impida alcanzar un simple antojo.
Que el vibrar obedezca sólo al viento
que al cuerpo arrastre y mueva cual rastrojo…
o al temblor de los miembros, que el aliento
del paso de los años vuelva añosos.
Siento que el alma ceda al desaliento…
que pueda apagarse el brillo en mis ojos.
Que hagan asomo en ellos los despojos
y la figura triste del lamento.
Que se queden sin luz y macilentos.
Que la vejez suponga el desalojo
del ánimo, el empuje o el enojo…
que quede disecado el sentimiento…
Que te impida alcanzar un simple antojo.
Que el vibrar obedezca sólo al viento
que al cuerpo arrastre y mueva cual rastrojo…
o al temblor de los miembros, que el aliento
del paso de los años vuelva añosos.
Siento que el alma ceda al desaliento…
(Karen Dinesen)
2 comentarios:
Pues que no ceda.
Los ojos es lo último que envejece.
Muy guapu poema.
Un saludín
Que no ceda, aunque si cede que pase. La vejez también es un regalo que podremos disfrutar.
Karen, en tus sonetos renaces como el ave Fenix y así siempre la tendremos la eterna juventud, tu y los que gozamos leyendote.
GRACIAS.
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