domingo, 25 de marzo de 2012

ANTONIO TABUCCHI


Me quedé prendada de él en la "Piazza d'Italia".

Y es que a nadie encontré que fuera tan capaz de impartir una clase de historia de forma más entrañable. Inevitablemente me encandiló haciéndome las presentaciones de rigor comenzando por Garibaldo. Nunca tan breve e ilustrativo, un repaso a tres generaciones y sus respectivas batallas, voluntarias o forzosas, arrastrando en sus hazañas el arraigo de su tierra de origen: La Toscana.

Fue el primer libro de Tabucchi que llegó a mis manos. Y desde entonces le perseguí allá donde estuviera. Me encontré con Pereira y me entraron unas tremendas ganas de conocerle. Los personajes de Tabucchi tenían para mí ese encanto... Cobraban vida en su pluma. Me preguntaba y me pregunto cómo puede estar tan vivo un personaje cuya vida parecía reducirse a la rutina de preparar necrológicas en un periódico. Tal vez porque el ensamblaje entre los personajes y el contexto histórico, tan cambiante, tan complejo, le da un dinamismo a la trama que atrae al lector hasta introducirse en la misma como una sombra que les acompaña, observando sin ser visto y siendo partícipe de sus experiencias.

El último libro que leí, y releí (también lo hice con "Piazza d'Italia") fue un libro epistolar: "Se está haciendo cada vez más tarde". Un Tabucchi que acabó de seducirme con un conjunto de cartas escritas por hombres anónimos a mujeres anónimas. El amor es el hilo conductor de la narración, llevándonos a escudriñar los rincones más recónditos del alma. Recuerdo esta lectura de forma especial. Estaba pasando unos días de vacaciones en la playa. El mar, el sol y Tabucchi...Escribí un breve poema con cuya factura me encontré muy satisfecha. Lo hice a golpe de inspiración. Lo recordé repitiendo una y otra vez ya que no tenía nada a mano para escribir. Posteriormente, cuando tuve ocasión, anoté los versos en una servilleta de papel. A día de hoy no sé a dónde fueron a parar aquellas palabras escritas con todo el amor que me había transmitido D. Antonio Tabucchi. A veces pienso que no sé si fueron sus libros los que hicieron nacer el amor en mí hacia este hombre, o fue él mismo quién me hechizó, y el encantamiento me hizo ver sus libros de forma tan especial.

Sea como fuere, lo cierto es que hoy, al leer la noticia de su muerte, se quebró una ramita del árbol de mi historia de amor con la literatura.

K.D.

jueves, 15 de marzo de 2012

CAMINOS Y MUROS


Me dio qué pensar la acertada metáfora del columnista. Versaba sobre la doble y contradictoria funcionalidad de un mismo elemento: las piedras que en el pasado dieron forma al camino y abrieron expectativas de comunicación, hoy forman parte de los muros colindantes que cierran las tierras provocando el aislamiento de las mismas.

Entendiendo que si se tratase de una disyuntiva,optaría yo por abrir vías en detrimento de elevar murallas, prefiero quedarme con la posibilidad de utilizar las piedras según convenga. Incluso para catapultarlas si fuera necesario.

Es imprescindible hacer camino. Buscar horizontes. Comunicarse para unir esperanzas dispersas. Y qué mejor elemento que la piedra adherida a la tierra permitiendo nacer la hierba entre las juntas. Es una idea estimulante. Sin embargo, hacer camino provoca cansancio cuando no logras atisbar meta. Y, en este caso, recostarte sobre la hierba, apoyando la cabeza en un muro que te acoja a la vez que te permita el descanso desviando por un tiempo la mirada del camino que no va a ninguna parte, es también necesario. Son instantes de búsqueda de soledad provisional. La posibilidad de que se instale de forma permanente produce pavor.

Ante esto, una piensa en aquella muralla que se abría a la paloma y al laurel y se cerraba al sable del coronel. Y ante la dificultad de llevar a efecto tal, siempre nos quedaría la opción de elevar un murete que nos permitiera mirar por encima lo que ocurre al otro lado con sólo ponerse de puntillas y salir del aislamiento.

Recompongamos pues los caminos destruídos, continuemos poniendo piedras para avanzar, sin despreciar la posibilidad de trazar muros que permitan la visibilidad de lo que hay al otro lado y puedan acogernos para hacer un alto en el caminar.

Y yo apartaría unas cuantas y las dejaría a buen recaudo...para lo que hiciese falta. A mí me dejó huella lo de la pedrada de David a Goliath...

K.D.


(P.D. Imagen extraída de: html/rincóndel vago.com)