“Puesto que vivimos en un
país protestante (desde el Concilio Vaticano II no los hay católicos), ni los
dominios de la ciencia escapan al principio de libre interpretación de los
seglares indoctos” (Pedro de Silva)
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Lo que expresa Pedro de Silva, en estas palabras que dan broche a su texto de hoy en la prensa, es lo que provoca mi
estado de ánimo actual.
Ayer tarde todo mi “yo”,
todo, estaba a remojo serenísimo , como
el pan en la leche para las torrijas, en una solución cuyo punto no era capaz
de descubrir. Era una mezcla de enfado y tristeza que ni me provocaba ira ni
ganas de llorar. Estaba enfadada. A secas. Pero mi rostro no expresaba más que
una aparente serenidad parca…sin
estridencias.
La situación que estamos
viviendo me tiene con todas las alertas a la expectativa del funcionamiento del virus. Y es por ello
que procuro leer y escuchar todo aquello que los científicos nos cuentan de lo poco que saben
al respecto, pero que para mí significa mucho. Es algo apasionante. Es un
momento histórico que, aun siendo muy duro por la parte que toca a aquellas
personas que solo viven para sufrirlo y no para contarlo, no es más tremendo, por las muertes que produce, que lo que podríamos llamar periodo de “normalización”
cuya añoranza nos produce angustia tal, que perdemos la capacidad para pensar lo
que somos.
Y es que el miedo a lo
desconocido e incontrolable es muy superior al miedo a la muerte en sí misma.
Los enfermos crónicos no acuden a las consultas por miedo a contagiarse…
Una
trabajadora autónoma, y sin embargo amiga, ya jubilada en la casa de sus sueños,
me llama por teléfono y me cuenta lo mal que lo pasó porque ,encontrándose muy
mal, no se atrevía a acudir al médico por miedo a contagiarse…Acabó yendo a consulta
cuando el temor a que fuese una manifestación
desconocida del virus superó con creces al dolor que padecía. Era otro virus: el
de la varicela que está latente en nuestro organismo desde la infancia. El estrés
y la ansiedad lo despiertan en forma de herpes zóster… y volvió a casa más
tranquila con nolotil pautado para combatir el dolor.
Y mi hermana está que la
llevan los diablos porque los paseos del perro y las salidas a la compra no le
son suficientes. Y no entiende el confinamiento. Yo le digo que lo mío es peor:
no entiendo nada y lo ignoro todo. Y es por eso por lo que acato disciplinadamente, todo aquello que,
quiénes saben y quiénes son puestos en conocimiento
del saber , me dicen que haga. No solo porque puede ser (o no) lo mejor para mí
sino porque este acontecimiento extraordinario
exige del esfuerzo colectivo para poder hacer menos devastadores los
efectos en las personas que lo sufren directamente y en quiénes se ocupan, a tiempo completo y sin descanso, para aliviar de una forma u otra el
sufrimiento.
Entretanto pienso en las
llamadas “residencias geriátricas” y como, probablemente, a algunos de los
residentes les haya hecho un favor el virus aunque para sus familias sea una tragedia
que se hayan ido…
Y ayer me sonreía
plácidamente al ver Madrid en la tele a vista de helicóptero…Me parecía una
imagen preciosa… me infundía serenidad. Y una medusa pasear por las aguas de un
canal en Venecia. …Y un canguro en una urbe australiana…¡Y es que todo esto me
da tanto qué pensar!
Tal vez algunos de los
trabajadores de la hostelería decidan volver al pueblo que dejaron y dedicarse
a la agricultura. Tendrá futuro después de “esto” o a la vez que “esto”, porque
“esto” ignoramos si se incorporará a nuestra, o vuestra, “normalidad”.
Los “opinadores” que saben
de todo me dejan perpleja, pero tengo que agradecerles que me saquen, una vez más,
de mi estado de “ilusa creyente”. La humanidad en su conjunto sigue, seguimos,
siendo inconscientes. Me siento condescendiente al valorarnos.
Me quedo con lo que la
ciencia, a través de un científico, recalcaba ayer: “ Tomen conciencia de que
todo cuanto se está haciendo se halla en el marco del “ensayo-error”.
La frase debería ser un “hashtag”
obligado.
Que tengan buen día.