viernes, 30 de octubre de 2009

DEJANDO ATRÁS EL VÉRTIGO...


Cuando el vértigo pierde fuerza y cesa,
van cobrando sentido los sentidos.
Vuelve el aire a ser leve y ya no pesa.
Se transmutan los ruidos en sonidos

y escriben partituras que, traviesas,
melodías regalan al oído.
Atrapa el ojo el rojo de las fresas,
el verde en la rama y en ella el nido.

Los grises y azules del cielo piensa.
Persigue al horizonte enrojecido.
Desfilan los olores en calesa

y acompañan el baile enloquecido
-quebrada la armadura que la apresa-
del alma que a pasear ha salido.
K.D.

lunes, 26 de octubre de 2009

EL VERANO


El verano era la estación más larga del año. Así me lo parecía. Tal vez porque el horario que mi abuela establecía daba lugar a diversas y abundantes actividades que para mí tenían todas una dimensión lúdica. Incluso el hecho de acompañarla a la compra era novedoso si lo comparaba con mi rutina escolar. También tenía cierto carácter rutinario pero disfrutaba del aire en los desplazamientos, de la cháchara que se formaba en las tiendas mientras esperábamos que nos atendiesen… En fin. Nada que ver los madrugones del invierno con los del verano.

Mi abuela era, lo que se dice, muy madrugadora. Cada día, al levantarme, ya tenía preparada la ropa para vestirme. Era ella quién hacía muchos de mis vestidos. Porque mi abuela ejerció de modista en su viudedad. Recuerdo haber visto, entre papeles de los que se guardan en la caja de las cosas aparentemente inútiles pero de las que el aprecio no te deja desprenderte, una tarjeta de las llamadas de “visita” que no sé por qué se llaman así. Era blanca con los bordes negros en señal de luto. En ella figuraban su nombre, Victoria, y apellidos. Debajo, el nombre de mi abuelo al dejar constancia de su viudedad como “Viuda de”. Y, por último, en una tercera línea entre paréntesis, aparecía la profesión de la que ella se dotó sin pedir permiso a nadie: modista. Que para eso era habilidosa y tenía una Singer.

Parece ser que en este afán estaba el día que, habiendo ya fusilado a mi abuelo, entraron triunfantes las tropas nacionales en el pueblo. Algunos soldados iban en avanzadilla llamando a las puertas para hacer salir a la gente a la calle y formar filas de aclamación al heroico convoy militar. Vivía entonces, en compañía de sus dos hijos, en la planta baja de una casa de dos plantas que hacía las veces de vivienda y de taller de confección. No entro al detalle. Basta con decir que bajo los improperios de mi abuela, con un caldero en mano que usaba como arma arrojadiza, no tenían suela suficiente las botas de aquellos militares para imprimir velocidad a su carrera en la huída. Así lo contaban quienes fueron testigos del hecho.

Y es que mi abuela tenía tanta simpatía como endiablado genio. Usaba una y otro según exigiesen las circunstancias. Y ese mismo genio con humor hacía la función de un generador de energía. Quería hacer muchas cosas a lo largo del día y para ello había que levantarse temprano. Después de las labores de aseo y de haberme vestido, la tortura del desayuno (yo era lo que decían “muy mala comedora”) se hacía menos al no tener que asistir al Colegio.

Salíamos prestas. Yo colgada de uno de sus brazos del que colgaba también el bolso, y ella con la bolsa de la compra y la lechera en el otro. La primera visita, a la lechería de Ricarda. Aunque allí dejase la lechera para recogerla al final del itinerario. Después a la tienda de Jaime, que nos ofrecía pan y todo el surtido de una tienda de ultramarinos. A la carnicería para comprar hígado para encebollar, un cocido, carne picada para albóndigas o filetes rusos, pollo, carne para guisar….Los únicos filetes que recuerdo eran para empanar. Las chuletas que entraban en casa eran de cerdo. Y no era que en casa hubiera problemas de fobia con la ternera. Nada de eso. No estaban al alcance, me temo. Pero mi abuela preparaba el cerdo con una salsa de pimientos para relamerse. Ella se encargaba de cocinar como los ángeles y organizar la dieta de cada día. Los miércoles tocaba pote de verduras. Aquello sí que era una tortura. En otra ocasión os lo cuento.

Y, por si acaso, me hacía tomar cucharadas de aquel líquido de aspecto lechoso contenido en una botella con tapón de rosca, en cuya etiqueta se leía: “Calcio 20”. Eso además de incluir en algún desayuno una yema de huevo con azúcar y unas gotas de Sansón. No había pescaderías en el pueblo en aquella época. Había que esperar al miércoles, día de mercado, para que las pescaderas de puertos pesqueros cercanos instalasen su oferta en unas mesas de granito construidas, a tal efecto, en un lugar de la plaza. Pues bien, después de llenar la bolsa, deshacíamos lo andado para ir en busca de la leche y vuelta a casa.

Llegábamos a una hora lo suficientemente temprana para darme tiempo a disfrutar del resto de la mañana jugando en la calle. No sin antes ponerme el delantal a cuadros o rayas, con canesú, cuellos redondos y botonadura trasera, que mi abuela me colocaba encima de la ropa con la finalidad de evitar mancharla. Y el tiempo discurría feliz entre juegos y charlas.

La llamada de mi abuela desde la ventana, como el canto del muecín, marcaba los tiempos cuando me encontraba fuera de casa. La hora de comer…la merienda... Dentro, ya se encargaban de ello las sintonías de los programas de radio. Una Marconi amarilla con los mandos de color madera que reinaba en la casa, entronizada encima del armario de la cocina.

Las tardes transcurrían entre las visitas a viejas amistades de mi abuela, cuidar los pensamientos y las dalias en el patio de la casa de mis padres, o volver a jugar de nuevo en la calle mientras ella se sentaba con Wences, la abuela de Orlando, a coser a la sombra de un nogal cercano. Algunas veces íbamos a la ría y, mientras ella miraba desde la orilla metiendo sus pies en el agua, yo me daba un remojón. Una vez fuera se encargaba de secarme bien, eliminando todo resto de humedad que pudiera afectar a mis anginas, y, ya vestida y “merendada”, nos dedicábamos a recoger manzanilla entre la hierba de los prados ribereños a los que la subida de la marea no alcanzaba.

La vuelta a casa, recorriendo el ancho camino flanqueado de pláganos hasta enlazar con la calle que nos llevaba directamente hasta casa, no significaba la antesala del final del día. Si el tiempo lo permitía aún bajaba a la calle después de cenar para, ya cerca la anochecida, jugar un ratito al escondite, sentarme en la acera bajo la luz de la farola viendo revolotear mosquitos, polillas o ciervos volantes hasta que mi abuela con su llamada desde la ventana advertía, ahora sí, que el día fuera de casa tocaba a su fin.


Subía las escaleras corriendo, viéndome ya en la cama con los brazos sujetando el cuento por encima del embozo de la sábana. Trasladada en tiempo y espacio a otro escenario, no por ficticio menos ilusionante, iniciaba el tiempo de transición hasta el día siguiente sumergida en la ensoñación. Entretanto mi tío trataba de ponerse al día de lo acaecido en nuestro país en materia de política, aguzando el oído para escuchar las noticias que llegaban de Radio París o La Pirinaica entre aquel mar de interferencias que salían de su receptor. Bareto posiblemente estaría intentando sintonizar el suyo en su habitación de la Fonda del Bar Nevada; su hogar provisional mientras realizaba el trabajo en Sondeos, en Gijón.Y mi abuela increpando a mi tío para que bajase el volumen de la radio.Que las paredes oyen...

Karen Dinesen

sábado, 24 de octubre de 2009

PREMIOS PRÍNCIPE

La Fundación de los Premios Príncipe de Asturias tiene un problema: buscan personal

Yo, inicialmente, pensé en prestarles mis servicios creyendo ingenuamente que carecían de candidatos para adjudicar los premios del próximo año. Y ya estaba metiendo la mano en el fondo del saco a la busca de unos cuantos.

Así, en una primera extracción de tarjetones, me salía la posibilidad de encontrar, para cubrir el hueco de las Artes, a un “normanfoster” que diseñase viviendas ecológicas, saludables y con cierto sello de confort por un módico precio.

Y, a renglón seguido, habría que localizar para el premio de Ciencias Sociales…pues a un economista! Alguien que sepa cómo repartir la torta para que el “módico precio” alcanzase al bolsillo de los “bolsillosvacíos”, o llenos de agujeros, o “sin-bolsillos”…que caben denominaciones varias para los que no tienen que llevarse a la tripa. A mí, en este campo, no es por presumir, pero se me ocurren algunas cosas. Lo que pasa que son como de andar por casa. Y eso de que la mayor parte de la torta se la lleven unos pocos, y lo que queda se lo merienden unos muchos, quedando muchísimos sin torta, pues parece ser que es un galimatías nada fácil de resolver. Por eso quien proponga alguna forma de hacerlo tiene que acreditarse por lo menos con un doctorado en estos asuntos de Economía.

Y para el Deporte había pensado yo que ¿qué tal uno de estos “peques” que recorren a diario kilómetros y kilómetros para ir en busca de agua? Y de paso, para la Investigación Científica y Técnica igual se presta algún gabinete de técnicos y científicos para resolver, de una vez por todas, el problema de la falta del líquido elemento, haciendo llegar agua potable hasta casa a todos aquéllos que no la tienen. Y les dábamos también el de Cooperación Internacional.

Claro que éste, tal vez si hablásemos con las Empresas Farmaceúticas no tuviesen ellas inconveniente en hacerse merecedoras del mismo, distribuyendo de forma gratuita medicinas para combatir el sida, la malaria y cosas así que tanta mortandad están causando en África, por ejemplo. Y a lo mejor hasta repartían en el lote cajas de condones con una inscripción en el envase: “La OMS advierte que el uso del mismo es absolutamente necesario para llevar una vida sana” Y un añadido en color púrpura: “Yo también lo suscribo” fdo.: Benedicto XVI. Y que le inviten a la entrega también al Pontífice. No desluciría para nada en la pasarela. Y ya de paso pues le damos a él el premio a la Concordia.

Total que ya me había hecho yo la composición de lugar, y me aclaro que el problema no es de candidatos a los premios, que de eso ya se encarga la Fundación para cubrir su objetivo(¿?). Que el candidato que se necesita es para suceder a Graciano. Que se va porque ya cumplió los 70. Y aquí está el meollo. ¿Gracianismo o no gracianismo en la sucesión?

Pues hay quién lo tiene claro y lo dice. Hay quién no lo tiene claro y no lo dice. Y hay quién dice para no decir. Porque ¿qué quiere decir D. Pedro de Silva cuando se refiere al “absolutamente insustituíble” Graciano García?. “Absolutamente” es un añadido redundante al término “insustituíble”, me parece a mí. Pero no innecesario, ya que le da un supuesto valor añadido que enriquece la presencia en el cargo del hasta ahora Director de la Fundación, sí señor. Por otra parte, su toque diferenciador no debe ser cubierto con algo continuista. No dejaría de ser un bolso de imitación de mercadillo por mucho que se identificara con el auténtico. No queda más opción que cambiar las pautas “gracianescas”. Título otorgado a una forma de actuar que sin tener nada que ver con Goya ¿verdad?, sugiere el término la singularidad del genial pintor. Bien. Que yo me quedo sin saber si D. Pedro de Silva opta por otra forma de hacer o lo propone como mal menor. No me sorprende. Es genial cuando quiere decir y también cuando no quiere.

De forma semejante se mostró Rguez. Vigil. Sintonía ex-presidencial, llamo yo a eso.

El que sí quiso decir y dijo, fue el empresario Blas Herrero. Apuesta por un sucesor que dé continuidad a las tareas de D. Graciano. Y añade la necesidad de la permanencia de éste lo más cerca posible para indicar el camino, reconociéndole como “imprescindible para mantener la asturianía y potenciar el proyecto internacional”. Vamos aclarándonos. Al menos, yo.

Luis María Ansón, tan entrañable él, responsabiliza con acierto a Graciano García de que los Premios hayan adquirido “una dimensión que los sitúa como los primeros premios del mundo después de los Nobel” (o sea, los segundos, que se dice, no?).

Bien. Que me da que, para algunos que no para todos, el problema es sólo uno: mantener el puesto en el ranking mediático - internacional de premios. Y el de la elección de Director es derivado aunque, no por ello, menos importante.

Que lo de los candidatos a los premios no es un problema, señores. Que sobran de rango superior. Que no necesitan de mi ayuda para ello, vamos. Que mejor me voy a ahuyentar mi gripe…

Pues que les vaya bonito.

K.D.

martes, 20 de octubre de 2009

UN REGALITO


Me lo acaba de enviar mi sobrina. Su timidez le impide entrar a comentar en la entrada que lleva su nombre. Esta es su forma de decirme GRACIAS.
Un beso, Deva. (Dile a tu padre que te enseñe a abrir un blog. Y publicas en él tus dibujos y tus textos).

A F.GARCÍA LORCA



Que no pudo Queipo con el poeta.
Que no acabó el fusil con el sembrado.
Retoñaron los brotes sepultados.
Cruzó su verso el cielo cual saeta.

Llegó de Nueva York por los terrados.
Salió del romancero en las carretas.
Sus bodas salpicaron la etiqueta
con sangre que brotó de su entramado.

A nadie dejó yermo con su Yerma.
Lloramos por Mejías con su llanto.
El odio a las luces su cuerpo entierra.

Pero en tierra quedó el verso arraigado
y surge de entre la hierba el poema
dándole vida al Lorca asesinado.

(K.D.)

domingo, 18 de octubre de 2009

DEVA




La pasada primavera circuló por algunas de las Bibliotecas Públicas de la Comarca de la Sidra un bonito marca-páginas con los colores del Universo; tema que centraba el interés de los niños y niñas convocados a un concurso por la Casa de la Cultura de Nava, con la colaboración del Ayuntamiento de tal localidad y la Consejería de Cultura. El marca-páginas que obtuvo el primer premio fue editado y repartido por las secciones infantiles de las Bibliotecas. En la parte de atrás, además de la entidad promotora del concurso y las entidades colaboradoras, figura el nombre de la autora: Deva Rodríguez Jove. Mi sobrina.

Recientemente, con ocasión de las fiestas de su pueblo (que es el mío), se convocó un concurso de pintura en la calle para niños y niñas de hasta 12 años. En esta ocasión el Premio Especial del Jurado recayó también en Deva Rodríguez Jove.

Su tía, que soy yo, orgullosa y encantada, la felicita y anima para que continúe desarrollando su amor por la pintura. Pero le insiste una y otra vez para que cultive igualmente la escritura.

Hoy acudí a la entrega de premios de un concurso de cuentos escritos en Lengua Asturiana, convocado por la Consejería de Cultura y el gremio de escritores de Asturias en el entorno de la Comarca de la sidra. ¡Mi sobrina obtuvo un digno segundo premio! El cuento, titulado “La vaca Ramona”, es original, divertido y, técnicamente magnífico teniendo en cuenta los pocos años de la autora

En una de las fotos está concentrada en la pintura que realiza. En la otra se aprecia cómo escala una pared vertical en un rocódromo. Mi hermana, aun sufriendo, prefiere verla con arnés y controlada, a tener que obligarla a bajar de la cima de la copa de un magnolio del parque antes de que la dueña de una churrería advirtiese a la policía ante el temor de que aquella niña que oteaba su entorno desde lo alto, no pudiese bajar por sus propios medios.
No es lo mismo. Pero a los árboles del parque hay que mimarlos, Deva.
(Deva tiene una suerte que crea problemas: le sobra entusiasmo e imaginación.)

¡Felicidades, Deva!¡ Y a seguir escribiendo!

Tu tía


martes, 13 de octubre de 2009

VIENDO LA LUZ DESDE EL ENCIERRO

Observaba a través de los cristales,
sintiendo el disfrutar de un privilegio.
Haciendo de su encierro un sortilegio.
Un mágico rincón de libertades.


Ve lo que quiere ver en este predio.
Degusta la dulce miel de los panales
de sus sueños y ensueños. Son banales
las intenciones ajenas de asedio.

Para gozar a solas del silencio
cierra quiebras, rendijas y canales.
Tan sólo los sentidos deja abiertos.

Y el alma a la luz de unos fanales,
con pincel y color espanta el tedio
vistiendo a capricho los ventanales.


(Karen Dinesen)


P.D.El autor del cuadro, seguramente reconocido, es René Magritte

lunes, 5 de octubre de 2009

GRACIAS, MERCEDES




Se ausentó dando gracias a la vida,

con voz grave y cadenciosa,

La Negra Sosa.


Durmiendo al negrito quedó dormida,

después de dar testimonio

de matrimonio


con los sin voz o voz enmudecida,

siendo la suya un clamor

contra el dolor.


Dulce grito de América Latina

que despertaba conciencias

en nuestra orilla.


K. D.