lunes, 18 de julio de 2011

VERANO ESTRESANTE...hasta para las gallinas...


Isabel y Julia quieren devolver “les pites”.
Hace tres meses que se hicieron con “pites nueves”, asegurándose al comprarlas sobre su capacidad ponedora. El proveedor de las aves no lo dudó ni un momento. Esta es la razón por la que abordaron con paciencia la reticencia inicial de las gallinas a la hora de poner huevos. Ni la una ni la otra quieren alimentarlas con pienso. De ahí la excelencia de la tortilla cuando Isabel o Julia tienen a bien regalarme unos huevos de “les sus pites” que campan a sus anchas a la hora de buscarse el rancho.
El caso es que esta tarde presencié una conversación entre las dos aludidas en las que intercambiaban opiniones sobre las mencionadas gallinas…
- Parez que tienen ictericia- dice Julia- Están amarilles, Sabel, has de fijate.
Isabel abre unos ojos como platos tras los cristales de sus gafas para apuntalar las sospechas de Julia mientras asegura que nunca en sus noventa años le pasó cosa igual.- No cogen pesu, si paecen palomes!!
Isabel, contrariando sus mandamientos llevaba un tiempo dándoles pienso por ver si el problema estaba en la alimentación.
–¿Tendrán angines?- comenta Julia. A lo que Isabel responde que ella ya probó a darles aspirinas y no resultó.
-Igual tienen estrés…con esti tiempu…-añade Isabel, mientras intenta documentar lo dicho con algo que le había comentado Marujina, su hija, quién había leído en Internet que esto de los nervios también afectaba a los animales y podía producir esterilidad.
Tras aventurar distintas hipótesis para el caso que las ocupaba, y después de llegar Luis con un cesto de blanquísimos, grandes y abundantes huevos, que le proporcionan las gallinas que compró a la vez que ellas, llegaron a concluir que seguramente les habrían vendido “pites vieyes” a las que algo les habrían dado a ingerir para que les salieran plumas nuevas. Y de ahí a llamar al yerno de Isabel con el objetivo de que devolviese el producto al comprador, argumentando el engaño fue un suspiro.
Ángel, que así se llama el yerno de Isabel, trataba de convencerla sobre la imposibilidad de hacer tal cosa argumentando que los tratos que se llevan a cabo en las ferias de ganado no tienen vuelta atrás aunque la vaca que hubiese adquirido resultase estéril. Y que aunque , en este caso, se trataba de gallinas y no había habido feria de por medio, la cosa se parecía bastante.
Ante la negativa de complicidad de su yerno, Isabel pensó en llamar ella misma al proveedor. Dilucidando con Julia sobre qué hacer, las dejé en el porche de su casa, les di las buenas noches y me dirigí a la mía pensando en la tierna lechuga, regalo de Isabel, que acompañaría mi cena. La huerta no tiene problemas de esterilidad.
K.D.