Alguien se refería recientemente a las labores del ama de casa como “prostitución legal” ( lógicamente en sentido figurado pero con cierta carga peyorativa) dándome pie a iniciar una reflexión al respecto.
Para poder ordenar las ideas necesito aclarar lo que se entiende por “prostituta” en términos objetivos y echo mano del Diccionario de la RAE. Me encuentro con lo siguiente: persona que mantiene relaciones sexuales a cambio de dinero. Me alegra encontrar una definición que no da lugar a dudas. Hubo ocasiones en las que, consultando algún diccionario, me encontré con definiciones tales como “persona que comercia con su cuerpo “, cosa que me complicaría bastante al no saber si incluir en el conjunto a Jane Fonda por “prestar” su rostro, no de forma gratuita, a una marca de cosméticos, o a Kate Moss por hacer lo propio con su cuerpo para lucir la ropa que diseñan éste o aquél modisto, por citar algún ejemplo. Pero no. La RAE lo deja muy clarito. Se trata de comerciar con el sexo, que no es lo mismo que hacerlo con cualquier otra parte del cuerpo. Es decir: el coño es el coño, y ponerle precio, aunque sea simplemente arrendándolo por un breve periodo de tiempo, es indigno…Esto no lo dice la RAE, por supuesto. Lo piensa o expresa una mayoría de personas de las que conozco, ya sean éstas encuadradas en ámbitos conservadores o progresistas. Las cosas están así. Y a mí esto me suscita todo tipo de dudas colocándome bajo sospecha.
Yo reclamo la legalización de la prostitución. Así de claro. Quiero que las putas, personas adultas y, doy por hecho, responsables de sus actos tengan derechos laborales reconocidos y trabajen en condiciones de seguridad ya sea trabajando como autónomas o por cuenta ajena, con su contrato en regla y su convenio, sí señor. Decir esto me hace indigna hasta a los ojos de mi psiquiatra, que sé lo que opina al respecto. Pero digo yo, ¿dónde está el mal que hacen las personas que ejercen esta profesión?...Yo tengo la sospecha de que su labor proporciona grandes satisfacciones a quiénes la demandan. Estoy refiriéndome al acto sexual entre dos personas que consciente, voluntariamente y sin presiones o formas de explotación de ningún tipo, realizan un trato en el que ambas partes están de acuerdo. ¿El punto de indignidad….? Pregunto…
Cosa distinta es todo lo que suele rodear al mundo de la prostitución, quizás por no estar ésta legalizada. Chulos, mercaderes, explotadores…Comercio de mujeres que se ven obligadas a hacer lo que no desean, sometidas a vejaciones y tratadas indignamente como no se merecen. Pero esto, que no deja lugar a dudas sobre su indignidad, forma parte de los arrabales, al margen del hecho en sí mismo de ejercer la prostitución como una forma de ganarse la vida que a mí no me seduce pero que me resulta tan respetable como cualquier otra. Y si hay que adjetivarla como banal, por ejemplo, (cosa que no tengo nada clara), la lista en la que habría que incluirla sería interminable. Así que, combatientes colegas feministas, conservadores, ardientes defensores de la castidad, tenéis en ésta que escribe una diana para ejercitar con los dardos…
Y enlazo con el inicio…¿El ama de casa “prostituta legal”…? En absoluto. Salvo que la afectada acuerde con su “partenaire” (el que aporta la pasta correspondiente al trabajo remunerado realizado fuera del hogar) introducir en el trueque los “polvos” que con él comparta. Si éstos no van en el paquete de intercambio de favores…¿Por qué “prostituta legal”…? Pero si quiere serlo no seré yo quien se oponga.
Karen Dinesen