viernes, 8 de mayo de 2009

DE RITOS Y LITURGIAS ( 1 )

Cuando dejé de estrenar zapatos de charol y ondear la palma de la mano de mi abuela, paseando en silencio, entre cánticos o al ritmo de la banda, empezaron a dejar de interesarme las liturgias. O eso creí entonces.

Lo cierto es que los rituales, repetitivos, vacíos de contenido o con contenido ya visto y oído un "sinnúmero" de veces, realizados con la misma toma de conciencia con que veía y oía la introducción del NODO o escuchaba la sintonía del parte en RNE, no me estimulaban en absoluto ni provocaban en mí, reflexión o emoción alguna que me incitara a seguir participando en ellos.

Desde mis reflexiones adolescentes veía en ellos una mera expresión formal y aburrida de algo de mucha más enjundia, como es el contenido Evangélico y Bíblico por extensión, que permitía justificar a la clase sacerdotal, y a la Iglesia en general, su hipócrita actitud que desde mi joven radicalismo me resultaba tremendamente contradictoria con el predicamento, acabando esto por producirme rechazo. Di carpetazo a misas, rosarios y ritos varios, caminando desde entonces de espalda a ello.

Chamuscada por estas brasas llegué tardíamente a buscar coherencia en otras organizaciones en las que también acabé tropezando con comportamientos sectarios, concluyendo que tal vez eran los flecos de mi individualismo los que dificultaban el engranaje en contextos colectivos. Y, por ende, que yo no estaba hecha para las liturgias. Durante un tiempo utilicé el barniz anti-ritual como respuesta cuando alguien me preguntaba por qué no asistía a este o aquel acontecimiento. Actuación que parecía contradictoria con mi posición sociopolítica y mi militancia a tiempo parcial. Pero me rechinaban los goznes. ¿Liturgias? No. Gracias.

(Karen Dinesen)

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