sábado, 22 de noviembre de 2014

DE NUTRIENTES...

Tres sonrisas en el recorrido a pie de casa al trabajo.No está mal considerando que se dieron en los primeros veinte minutos del día en mi contacto con la calle. Y mira por donde me doy cuenta ahora, al expresarlo por escrito, de que durante la hora y media que dedico a los ritos cotidianos que tienen que ver con los preparativos matutinos de cuerpo y alma para enfrentarse a la jornada...ni una...No es cuestión de batir récord alguno en cuanto al número,no.Pero tengo la impresión de que contribuyen a fijar los nutrientes como el sol el calcio. Tarea pendiente la de desayunar viendo un video de Gila, por ejemplo...

Mientras caminaba, cuesta arriba por el atajo, me llega un olor a mimosa en alta definición y la sonrisa surge espontáneamente.

Continúo apretando el paso y un aroma a caldo de los de antaño se escapa de alguna cocina a través de la ventana llegando en su dispersión hasta los detectores de mi olfato.¡Mmmmmm! Traslado inmediato a mi infancia.Me vi de la mano de mi abuela entrando en el Bar Nevada una fría mañana de invierno. El autocar acababa de dejarnos en la Plaza del Carmen y, diligentemente,con el ritmo que imponen al  caminar el frío y las prisas por llegar al lugar de destino, le estábamos dando los buenos días a Felipe en un santiamén. Era el hijo menor de Carmina y Enrique, quienes gestionaban el negocio familiar. Al entrar, la eterna sonrisa de Felipe tras la barra, la alfombra de serrín recién esparcida sobre las baldosas y un aroma delicioso a caldo que salía de la cocina eran un adelanto de la acogida que completaba Carmina saliendo a recibirnos con aquel delantal que a mí se me antojaba de cocinera de alta alcurnia.Intercambio de besos, saludos y novedades. Bareto, a quien veríamos a la hora de la comida, ya se había ido. Se alojó allí, "de fonda", durante el tiempo que estuvo trabajando en Sondeos en Gijón antes de empezar su trabajo en la mina. La velocidad de pensamiento me trajo la instantánea al registrar mi nariz el nostálgico olor a caldo. Segunda sonrisa.

Cruzo rápidamente la calle con la vista puesta en el horizonte que sella una hilera de abedules en una de esas zonas verdes que sirven a esas horas para que los perros se desperecen bajo la vigilancia de sus dueños, cuando advierto como dos de ellos se enzarzan sirviendo de excusa para que una pareja de jóvenes puedan darse los buenos días con una sonrisa que delata su empatía, provocando en mí la tercera.

Giro a la derecha con cuidado procurando evitar la zona resbaladiza de la acera humedecida y cubierta de hojas de arce, tan atractivas como peligrosas para las gastadas suelas de mis zapatos de monte. Al final del tramo me esperan los álamos que dan paso a la acera que bordea el muro del patio del Centro.

Sonrisas varias mientras le tiro de la coleta a una peque , le revuelvo el pelo a otro o respondo a la llamada de un tercero al adelantarle.     
No estuvo mal...

K.D.

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